miércoles, 1 de abril de 2009

PARA REÍR

Si se hojea (ojea también vale) un poco más abajo, en el apartado de "No te lo puedes perder", comprobarás que se remite a una dirección de you tube que viene a describir con mucho humor y gracia, las desventuras de un señor albañil con poco idea de la física, o con menos lógica o despistado o tan desastroso como ésta que escribe. Sin que pueda compararme por tamaña faena, lesiones y repercución, me recuerda a un caso vivido no hace más de un año.
Corrían malos días, metereológicamente hablando; se levantó un viento considerable y salimos en las noticias. Yo estaba bien protegida en mi casa, a salvo de todo. Un poco asustada, la verdad que sí, pero es que el viento siempre me ha acojonado un poco, sobre todo desde el día en que las monjitas del cole nos reunieron para explicarnos que una compañerita nuestra (que no conocía y, por lo tanto, tampoco echaría de menos) había fallecido a consecuencia de una plancha de metal que se había soltado por el viento y la había degollado, le había cortado de cuajo la cabeza, causando su muerte al instante. Desde aquella reunión para tranquilizarnos y tratar de forma preventivay psicológica el tema, sufro de miedo al viento y a las visualizaciones monjeriles.
Como digo, en casa estaba cuando me cercioré de que algo faltaba en mi terraza. Resulta ser que mis gatos tienen un wc muy peculiar. Para que su tierra quede protegida de agua y sol, está colocada dentro de una guagua plástica de color amarillo, grande, bastante grande, con una puerta amplia en la parte delantera y un ventanuco en la trasera. Dicha guagua está ambientada en Barrio Sésamo, por lo que en las ventanas pintadas de los lados aparecen Epi, Blas, Coco, saludando con sus rollizas manitas, mientras que es el Monstruo de las Galletas quien conduce. Todo un cante de guagua, pues nada, es obvio si falta, y eso es lo que vi, que no estaba. Evidentemente, el viento se la habría llevado.
No tuve elección, mandé un sms a todos los amigos y vecinos de la zona que tenía a mi disposición. En el mensaje versaba algo así: gatos desesperados con miedo al edstreñimiento por intromisión, buscan desesperados guagua pilotada por monstruo de las galletas que ha salido volando cual OVNI. La respuesta no se hizo esperar: respuesta uno, ¿tú qué estás fumando?; respuesta dos, cada día te entiendo menos o me vuelvo más viejo; respuesta tres, el de la ferretería se encontró una cosa rara en el patio de las maderas, ¿no será eso tuyo? Di por hecho que sí. Era lógico que hubiese volado los 200 metros en línea recta que distan de casa. Así que ni corta ni perezosa, avisé de que para allí iba y salí a toda mecha. No miré mis zapatillas de levantar de color verde pistacho, ni el pantalón de chandal de color rojo y una flor naranja en el muslo, ni la camiseta naranja con dos serpiente en postura sospechosa, ni el moño de loca, de esos de andar por casa. Con esas pintas me planté en la ferretería y, sí, era mi wc-bus. El problema fue que el viento seguía y yo tenía que trasladarla. Delante del cuerpo difícil, debajo del brazo imposible; sea como sea, en ningún caso me abarcaban los brazos. El viento hacía resistencia. Tomé por mejor opción metérmela en la cabeza, apoyarla sobre los hombros y mirar por la puerta para caminar. Con semejantes pintas retorné a casa, con la esperanza de no pillar a nadie. Justo diez metros adelante, me tropiezo con mi veterinario, un tío buenorro, a lo Brad Pit que nos tiene a todas locas. Su reacción: "no haré preguntas"(mi rostro combinó a partir de ese instante con mi pantalón). Unos metros más allá, se acerca un coche, es conocido,... son mis padres, frenan, se baja la ventanilla, mi padre que va a decir algo, mi madre que reacciona: "no tú sigue, ignórala, como si no la conocieras" Mi ánimo se tornó del color de las zapatillas. Con dificultades y choques, contra viento y sin marea, devolví la jodida guagua de los cojones a su sitio, le mandé peso, mandé todo al carajo y asimilé que mi madre ya no me reconociera definitivamente, no me había perdonado la vez que salí en la tele, por detrás del alcalde encaramada a una escalera, vestida con un mono y gritando coños y joderes, pero eso mejor será otro capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario