lunes, 23 de febrero de 2009

ESCUCHA


Detesto a los psicólogos. Son de los profesionales que más odian y critican el intrusismo laboral , pero es normal, no lo de su denuncia, si no el hecho de que otros hagan su papel, porque lo más esencial no lo practican. Tratan sus casos desde la formación, objetivamente, y sin implicarse, como buenos profesionales, a 60 euros la hora. A veces se atreven incluso a recetar fármacos, ¡cómo médicos! Aplican sus métodos por sistema y se van tranquilitos a casa. Misión cumplida.

En ese momento entramos en acción los intrusos. Nosotros, los intrusos (ojo con este uso de la primera personal del plural, o sea, tú y yo), nos sentamos pacientemente ante su cliente, atendemos a su historia sin mirar la agenda, observamos sus gestos sin parámetros, empleando la intuición, empatizamos, escuchamos, nos identificamos, partimos de nuestra experiencia y comunicamos. Mostramos el mundo tal y como lo vemos,... ¡nuestra visión resulta cercana! Nos esforzamos por encontrar una solución a su medida y en conocer su evolución, porque nuestra intención es desinteresada. Acumulamos más éxitos que ellos, porque la inteligencia emocional no es una carrera universitaria.

A veces me sorprendo hablando de amor y desamor, de hijos desobedientes, de adolescentes perdidos o acomplejados, de divorcios agobiantes, de soledad, de miedo, y lo más sorprendente es que por ahora nunca he fallado con mi consejo y juicio. Supongo que porque parten desde la humildad y la prudencia, porque, entre cada línea y palabra escuchada, se esconde un misterio desvelado, que el otro lleva impreso en mente y alma sin conseguir descifrar; o por eso, porque no soy un profesional que se sienta tras la mesa: no hay grado, soy un igual.

Cuando termino, y se me dan las gracias y veo pruebas de alivio o bienestar en el otro, me siento mal, en deuda, y respondo con besos y abrazos a todo lo que me están entregando y me recuerdo que mañana me tocará a mí, personita vulnerable en constante crecimiento, y humildemente me felicito por saber escuchar, por saber escucharme, por desear escuchar lo mío y lo ajeno... Y recuerdo el placer de los cuentos narrados por voces de sirena, y me doy cuenta de por qué es mágica la música; entonces, deseo convertirme en todo orejas, o por lo menos tenerlas tan desarrolladas y grandes como las de mi perra, aunque eso signifique no ligar jamás, aunque con los gorros tan monos que se usan ahora....

Por cierto, también aquí estoy para escucharte, gráficamente hablando, y también mis habitantes, por lo pronto, para abrir boca (perdón, oído) pondré una canción hermosa en REGÁLATE UN TIEMPO. Un beso y un gracias por "escucharme".


jueves, 19 de febrero de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

CONFIANZA


Si la fe , según todos, es lo último que se pierde, la confianza debe ser lo último que se gana y , como no, la primera de las pérdidas. Se pueden dar los buenos días, conversación, cinco euros para la guagua,... se puede compartir un almuerzo, salir juntos, pasarse teléfonos y correos,... podemos hasta acostarnos juntos, y más de una vez, sin que la confianza haya llegado a nuestras vidas, a nuestra relación.

Confianza es una palabra mayor: significa delegar en alguien algo muy importante para nosotros, es como estar al borde de un precipicio, asido a la mano de quien que no te soltará. Significa estar a miles de kilómetros de tu ser amado, de tu hogar, de tus pertenencias, sintiendo que todo va bien, porque la otra parte es un poco de ti y por eso no quiere fallarse a sí mismo.

La confianza es mi regalo más valioso, una prueba de fuego pendiente. Cuando nos dañan y nos engañan solemos decir eso de "perdono , pero no olvido" y a muchos ese mensaje les resulta contradictorio. Posiblemente, lo entenderían mejor si dijéramos "perdono, pero no confío". El que es golpeado, al que se le miente, el que sufre una infidelidad, el que es traicionado o humillado, es capaz de perdonar esas acciones, pero, como ya se abrió la caja de Pandora, espera que pueda volverse a repetir, y duerme con un ojo entreabierto, por si las moscas.

Desde mi punto de vista, perder la confianza de otra persona es quedar renegado a ser un personaje plano, en blanco y negro, alguien que está ahí, pero no tomamos del todo en serio, que nos limita la expresión de nuestros sentimientos y acciones, porque un día no la valoró suficientemente.

He conocido a una persona nueva. Tiene toda la pinta de ser un personajillo especial y entrañable, pero no termina de confiar. Como un cachorrillo apaleado se acerca curioso al hueso, pero mira a los lados temiendo caer en la trampa. Me temo que mi cachorro ya ha caído en más de una. Me causa cierta ansiedad no alcanzarlo, porque como certificáis todos aquellos que me conocéis, soy un especimen completamente inofensivo, más parecido a un dibujo animado de disney que a una peligrosa diva. Pero, en gran parte lo entiendo y lo acepto, la confianza es el regalo que se gana, el trofeo al esfuerzo y hoy yo no lo merezco, si lo obtuviese, mi premio no sería más que una burda falsificación chapada en oro del que cagó el moro, y a mí los tesoros me gustan de oro macizo. Luego está el resto: ¿cómo pedir a los demás lo que yo no doy? Confío y amo mucho, pero como decía antes, no lo suficiente. Os daré una prueba; mi casa está abierta para mis amigos, también mi vida mi mente y parte de mi corazón; sí, solo parte. Mis más secretos sentimientos los conocen las mismas personas que también saben el nombre del dragón que llevo tatuado, o sea, nadie. Como en el cuento de Rumpelstinqui, el enano, ese nombre se desvelará solo a quien gane de verdad mi confianza y mi corazón, y si nadie lo sabe aún.....

Por cierto, no os perdáis un nuevo apartado, la ventana se abre para regalarnos mil cuentos.

lunes, 16 de febrero de 2009

MENTIRA


Cuando era bastante más adolescente de lo que soy ahora, me gustaba coleccionar frases: curiosas, simpáticas, profundas, famosas, que sacaba de libros, entrevistas, cine,... De una pelíula, precisamente, recuerdo haber sacado "la verdad es una mentira que aún no ha sido descubierta". Me gustó no solo el contenido, sino la seguridad con que la pronunció un medio delincuente típico del celuloide, de ésos con cigarrillo en la boca, que juegan al billar.

Aunque parezca cruel, la fracesita y yo, el sentimiento y yo siempre hemos estado de acuerdo. No es muy difícil darse cuenta de por qué: te dicen te quiero, dices te quiero; crees en ello y es verdad. Descubres más adelante que el significado de esas palabras desapareció o caducó y se torna incierto. Cuando convirtieron a la Tierra en redonda y más tarde en ligeramente achatada por los polos, cuando descubrieron que cenar mucho no engorda, o que lo de Adán y Eva es una metáfora, o que Pasapalabra no se emite en directo,... transformaron nuestras vidas, o esas verdades universales en mentiras. En parte, tantas cosas que hoy vivimos como ciertas, y que asientan nuestra cultura, nuestro corazón, no muy tarde se desmoronarán y hay quien podrá designarlas bajo la etiqueta de mentiras.

Pero, de todos modos, yo no pretendía centrarme en ellas, sino en las que todo el mundo sabe y reconoce que son mentiras, pero las seguimos y buscamos a pesar de todo. NO haré lo de siempre: meterme con estafadores, videntes y ligones de pacotilla. Yo quiero ir a por los grandes, los adinerados y poderosos de doble moral que hacen su agosto con las necesidades económicas del telespectador. Está genial eso de doce meses, doce causas, y la monísima campaña de tráfico, pero luego te meten de igual manera un teléfono de 1,20 la llamada con la promesa de ganar un montón de dinero. Botes dudosos, dinero que corre por cintas, más de treinta y cuarenta líneas de teléfono recibiendo,... y mientras jugamos: con lo parados, ama de casa y pensionistas que están a esas horas de la mañana o se mantienen despiertos en la noche, con acertijos y operaciones que disfrazan la respuesta en un enunciado de dudosa interpretación, con el dinero de los deseperados que creen estar viviendo su oportunidad sin percatarse de que son ellos los que están pagando la ínfima limosna que alguno se llevará, que lo hará porque las bases han sido depositadas ante notario... ¡vamos, que todos los notarios son automáticamente honrados de nacimiento y exculpados de toda pena o pecado! Calculamos, como en el juego: 40 llamadas cada 10 segundo, hacen 400 llamadas, 2400 en un minuto, multiplicadas por solo un euro y en treinta minutos de programa, obtenemos 72000 euros, por decir algo, a costa de ilusiones malogradas y delitos encubiertos. He sabido por allegados que puedes dar con una línea abiera que te felicita y pide que confirmes tu llamada, lo haces, cuelgas, remarcas y de nuevo línea cerrada. Y qué decir, de las respuestas... Yo me pregunto, ¿dónde está la legislación que regula esta práctica? ¿Qué lo hace más "honrado" o "legal" que las adictivas apuestas on-line o las líneas de porno?

Pero no olvidemos una cosa, tenemos la sartén por el mango: un programa que no da beneficios se va a la porra. Ejemplos: la vuelta al mundo en ochenta días, mi gemela es hija única,... Éste da resultados porque se llama, no lo hagamos. Ante el impulso, los dos euros a la hucha y una cerveza con los colegas, que eso cura más. No demos valor a mentiras evidentes, por favor.

domingo, 15 de febrero de 2009

BUENA SÍ, PERO NO GILIPOYA



Mi madre es una de esas mujeres con un toque de los de antes, heredera de una cultura en la que se era hombre para una sola mujer, y se limitaba la vida social al ir a misa o a la verbena, siempre acompañada. Y si ya por sus años mozos tuvo ramalazos de modernidad, que fue la primera mujer del pueblo en atreverse a poner un bikini, y le daba por nadarse las dos playas colindantes, de lado a lado, como un "chicazo", ahora, teniéndome a mí como hija, y a fuerza de sustos ha abierto mucho más su punto de mira; eso o terminar quitándome el habla. Acepta que una mujer viva sola, se mueva con independencia, acoja en su casa a todos los géneros posibles (masculinos, femeninos y neutros), ya sean blancos, negros o amarillos. Traga con el concepto de nueva familias o con que Dios no tenga nombre ni religión y se cambie constantemente de chaqueta, pero eso sí, hay algo que todavía no tolera y son los insultos.



Mami no soporta los tacos ni la gente mal hablada, a pesar de que tengo una de las familias más impertinentes y atrevidas en el hablar de cuantas existen sobre la faz de la tierra. A pesar de odiar los coños, putas, cabrones,... hay un taco que sí suele pronunciar en mi presencia; e insisto con lo de en mi presencia, porque suele referírmelo a mí. Mi madre acostumbra a reñirme con lo de: hija, buena sí, pero no gilipoya, cuando comprueba ni exagerada inclinación a "hacer el bien y no mirar a quién".



Y no es que yo sea un ser especial, ocurre, que como otros muchos de mi especie, soy generosa y cariñosa, y me gusta responder con ayuda sincera a los que me necesitan o simplemente se cruzan en mi camino, o querer muchísimo a los que entran en mi vida, con el consabido riesgo de resultar explotada, utilizada, herida manipulada y anulada. No es exageración, es la tendencia anti-natural a la que nos someten, sobre todo (y eso es lo doloroso) los seres a los que queremos. Sea comi sea el amor (filial, pasional, fraternal, maternal,...), en cuanto se cercioran de que estamos ahí, se olvida un gracias ante un favor, se da por hecho que serás mensajero, taxista, enfermero, porteador, limpiador, masajista, psicólogo, amante,... con el riesgo de no recibir, ya no lo mismo, sino gratitud, y comprobar con rabia que no estás para compartir los momentos felices y vuelves a ser importante en los de necesidad.



No te gustará escuchar lo que escribo, si vives una situación similar, pero eso no es amor, el amor es solo del bueno. Ni es tampoco amistad ni nada, eso es simplemente permitir que un parásito viva a nuestra costa y haber pasado de ser buenos a convertirnos en gilipoyas. Solo el que un día dio, conoce el pacer y el valor de recibir, así de sencillo. La bondad no desaparece por decir un día no, ante algo inconveniente o descaradamente injusto. Y no se nos dejará de querer por negar o rechazar (y con ello estoy haciendo referencia también al sexo), que quien no sabe aceptar un no, no merece recibir el sí, y es el verdadero gilipoyas.

domingo, 8 de febrero de 2009

ENVIDIA Y EGOÍSMO


Si un día nos cruzamos por la calle con alguien que fue NUESTRA pareja, si va acompañado o acompañada de otra persona que pudiera estar compartiendo más que un paseo o una conversación, la analizaremos (a la persona), en un vistazo rápido y digno de cualquier escáner de última generación en busca de todos los fallos que la convierten en alguien inferior y, a continuación, comenzaremos a revisar NUESTRA propia vida, para cerciorarnos de que es mejor, que no le falta de nada. Si sabemos de un compañero de trabajo con el que trabajamos codo con codo y, del que el mismo trabajo y tiempo nos ha distanciado, y nos cuentan que lo han ascendido, nos animaremos con la idea de que si está en ese puesto es, en gran parte, a NOSOTROS, NUESTRA ayuda, lo que le enseñamos,... y a continuación, compararemos sueldos y ventajas en busca del argumento que nos alivie y demuestre que no es para tanto.

Es por eso que, cuando buscamos el coche que comprar, la pareja con la que salir, la ropa que verstir y las vacaciones, no lo hacemos pensando en nuestra conveniencia si no en el fastidio del otro. Hay quien argumenta que seguimos cualquier moda por poder integrarnos e identificarnos con un grupo, pero realmente lo hacemos por competir dentro del grupo. El chico de veinte años que sale con un par de tetas descerebradas y conduce un coche de alta gama que apenas le deja sueldo para pagar los CDs y la gomina, lo único que pretende es que otros entes de su especie se retuerzan cuando lo vean pasar, creyendo que tiene la vida perfecta. Y él mantendrá esa imagen, cueste lo que cueste, a pesar de que SU chica sea incapaz de escuchar un problema el día que se dio cuenta de que había salido sin la raya del ojo pintada, o sea la misma que se niega a darle un beso o un abrazo, si corre el riesgo de estropearse el maquillaje o arrugarse el último Stradivarius.

Ante una gorda, un calvo, un negro, un "muerto de hambre", pero de corazón y mentes prodigiosas, seamos sinceros, pensamos qué dirían los demás. Ante un viaje de acampada, a un pueblecito pequeño para andar entre sebderos y vacas, o al comprarnos una práctica furgoneta, una de ésas que antes llamaban cuatro latas, volvería a suceder lo mismo; y no porque nos vaya a importar mucho la opinión del otro, si no porque deseamos ser admirados y envidiados.

Son miles los detalles que debieras revisar de tu propia vida antes de atreverte a decir que me equivoco: por qué te arreglas más cuando sales con sus amigos que cuando salís a solas, por qué prefieres que conduzca otro cuando abundan BMW y Audis, por qué te inventas maravillosos días de descanso en el trabajo o noches locas de sexo, cuando vas con colegas....

Porque sea cual sea la vida del otro, la NUESTRA, la MÍA, debe ser mejor: YO no quiero que el otro tenga, YO soy, YO parezco, YO aparento,... y mientras, nos ahogamos en un mar de presión, falsedad, falta de reflexión, de conocernos. Y tampoco me vale que te reconozcas como uno de los pocos que buscan distinguirse o pasar, porque hasta tu postura de situarte en el bando contrario, de no vestir, no ir, no mirar a quién amas, lo haces en referencia a ellos, por no ser como ellos, problamente no sea 100% decisión tuya.

Aunque como tú, yo me reconozca más en éste último grupo (sé que eres de los míos porque si no ya te habrías cansado de leer), admito que no es fácil, que terminas siendo etiquetado de loco o raro, que silencias y piensas mucho, que te consuelas buscando grandes referentes de la historia que, como uno, se hayan desmarcado, con la esperanza de estar contribuyendo con un cambio, como también hicieran ellos; pero eso no quita que en los momentos que se hacen muy cuesta arriba las diferencias, no envidies y desees para ti la vida de otros.

viernes, 6 de febrero de 2009

AMOR

Cercano está el día en que la gente manifiesta su amor, un poco, por cargo de conciencia y un mucho, porque la sociedad de consumo se lo dicta (y porque teme la reacción de su pareja). Todo el mundo se posiciona ante San Valentín; a nadie deja indiferente. Los quinceañeros y los que han metido en conserva a su espíritu para que se siga manteniendo en esa misma edad, adoran ese día, y lo temen. Desean ser el centro de atención de alguien, aunque no haya en sus vidas quien les haga sentir especial, hierva sus mejillas y haga padecer los más retorcidos centrifugados a su pobrecito estómago. De todos modos, desean ser admirados y soñados secretamente por alguien, y recibir el pequeño oso de peluche que trae entre sus manos un corazón tan blandito como el suyo.

Luego, están los que se manifiestan abiertamente contra el día de San Valentín, con el único argumento de que es una mera fecha comercial, que nadie le tiene que imponer cuándo decir te quiero, que él o ella dicen te quiero todo el año. Y se marchan orgullosos de su postura, tan inteligente como intelectual, pues está de moda y muy bien visto negar el día de San Valentín. Tampoco debiéramos olvidar a los que sostienen que esta fecha ni les va, ni les viene, mientras albergan la oscura esperanza de morirse de amor por una persona.

Y, si nos paramos un momentito a pensar, nos daremos cuenta de que, justo esos firmes detractores de San Valentín resultan ser las personas más ariscas y frías que conocemos. Yo me he puesto a detallar una lista de aquellos amigos y compañeros de trabajo que acribillan al pobre santo, y los resultados han sido reveladores. Por citar a alguno: mi jefe, un separado que no le ha perdonado a su ex- esposa el huir de un egoísta y que, actualmente, sale con una mujer maravillosa, todo generosidad, que desconoce que antes de ella y solo tres meses después de su separación, lo intentó primero con otras tres que le dieron calabazas, que puede que su relación sea un salvavidas o una costumbre. Un hombre arisco, sobrio, muy hirónico e hiriente en el hablar. Y para que no me tachen de sexista un ejemplo femenino: una cincuentona, en el peor sentido de la palabra, incapaz de reconocer un error, que se considera el centro del mundo, hipócrita, fea y reprimida, que prefiere la buena consideración social a un cálido y espontáneo abrazo. De ninguno de los dos he oído palabras cariñosas o dulces a lo largo de todo el año, así que se esforzarán todavía más para no pronunciarlas el día de San Valentín.

Yo me considero tierna y amorosa. Me gusta jugar y reír, por lo que ese día también inventaré algún entretenimiento que nos haga sonreír. Me gusta acariciar, abrazar y besar, lo hago a diario y mucho más lo haré el catorce de febrero. Y sin tener a ese ser maravilloso con quien celebrar, sin sentimiento de pena, me lanzaré a todos los cuellos y recibiré toneladas de afecto, pues, si hay algo que no deje lugar a mis dudas, es de que soy un ser amado y que me han querido mucho.

A pesar de que tenemos la fea costumbre de pensar que todos nuestros ex- son personas horribles, yo no puedo admitirlo de casi ninguno, y tengo que asentir al auto-preguntarme si habré conocido al amor.

Del primer amor me queda eso, la primera vez para todo, o descubrir que me entrego como una geisha hasta el punto de anular mi personalidad, mi tiempo; y aprender que no quiero que se repita. Pero, también haber sido mirada como quien contempla la cosa más bonita del mundo, haber aprendido a secarme bien entre los dedos de los pies, para evitar hongos, descubrir que no sabe mal el pan mojado en zumo de naranja, que se puede meter un triple a pesar de medir un metro sesenta y que el sexo mejora con el tiempo y la fantasía. El segundo llegó después de una ruptura y algunos amantes. De éste queda el miedo y la prudencia, porque tanto me amó que, literalmente, por poco me mata. Él es prueba viviente de que existe un amor que te aisla de tu familia y amigos, te chantagea, te hace sentir débil y culpable, te golpea y te fuerza a soportar cosas que no deseas. De él solo guardo el recordatorio de que existe un amor que no merece llevar ese nombre.

Más amantes se antepusieron al tercero, que no fue el vencido. Éste fue el soñador, el renacido, el detallista, el padre, el hogareño, la estabilidad, el que me despertó el deseo de ir fabricando el nido. De ese par de ojos azules guardo el mejor de los recuerdos, a pesar de que encarne como nada el amor miedoso, el amor que se rompe por temor a que el futuro lo rompa, porque aún no se ha sobrellevado la ruptura que nos rompió el corazón. Entre el tercero y el cuarto pasó un año y solo dos amantes. Entonces llegó él, mi último amor (cuatro viene a ser por ahora el número, sosteniendo que solo a tres amé). Es el amor que ha sido amado como al primero. El que más me ha querido y continúa queriéndome. El que desearía estar a mi lado un catorce de febrero. De él conservo la sensación de ser perfecta, que no diosa, pues sabe corregirme y reprenderme en mis errores. La experiencia de que las caricias y los besos pueden llenar horas, de que es mejor compartir gustos y personas que piensen como tú, a polos opuestos que, una vez agotan la mecha, explotan y se destrozan. De mi dulce Jose queda la prueba muy, pero que muy evidente de que he sido una mujer amada. ¿Qué quieres que te diga? Lo he experimentado, puedo celebrarlo, lo he sentido, no puedo temerlo.

Solo me queda una cosa más que escribir, o que pensar, si se prefiere así: ¿sería consciente ese viejo sacerdote Valentín de la que armaba el día que decidió declararse fiel defensor del amor? Porque, por si alguien no lo sabe, éste dijo sí al amor, no a la guerra mucho antes que los hippies. ¿qué pensáis que diría al ver nuestras actuales artes amatorias y el revuelo que se arma el día en que se conmemora su tan amorosa rebelión? Yo creo, de verdad, que nos recomendaría: vividlo y celebradlo como os plazca. Feliz SAn Valentín.