miércoles, 1 de julio de 2009

LA AUSENCIA

El refranero parece tener respuesta para todo, ¿a qué sí? Te pongas como te pongas, encuentra qué decir, aunque no siempre le demos la razón. Está el de "nunca digas de esta agua no beberé", "dime con quien andas y te diré quien eres", o ése otro que te recuerda que "solo valoras algo cuando lo pierdes". Si te has fijado en el título del post y empiezas a reconocer por donde suelen ir mis tiros, supondrás perfectamente que me pienso detener justo en éste.

Raro es el ser humano que presta atención a lo bonito que tiene a su lado, y sin embargo lo llora en la ausencia. No sé si por cultura o mala costumbre, cuando tenemos a alguien a nuestro lado no insistimos en recordarle lo importante que es para nosotros y pronto nos desacostumbramos a decir te quiero, te amo, me gusta compartir contigo, agradezco que estés a mi lado. En presencia nos sentimos seguros y merecedores del universo y entonces nos mal acostumbramos. Pero, luego llega la Ausencia, la hermosa y maestra Distancia para abrirnos los ojos. Y una angustia comienza a corroernos las entrañas y de repente sentimos que nos falta el aire, que se nos cierra la boca del estómago y que nuestra cabeza no puede hacer más que repetir su nombre, nuestra nariz reproducir su aroma, ¡qué pareciera que hasta el aire confabulado lo trae hasta nosotros incesantemente! Entonces, algo nos falta y algo nos importa: él, ella, ello, lo que nos da sentido en la vida y que solo en esa maravillosa y reveladora distancia apreciamos; y nos invade el miedo, el miedo del bueno (que también como con el colesterol ocurre que hay uno que es positivo). El miedo tasador y de subasta, que nos invita a pujar por nuestro tesoro y dar pasos firmes hacia la victoria, seguros de no errar, porque todas las partes de nuestro cuerpo nos han gritado sí, ¡¡¡sí es el momento, el lugar, el sentimiento, la persona!!! Y doña sabia Ausencia nos habla directo y al corazón y nos invita a reflexionar: - si te importa en la distancia, cuídalo una vez estés cerca, si valoras sus besos, su abrazo, su paciencia, su escucha, su calor, su presencia, regálale un gracias, responde con amor, del que se nota, se oye, no se cuestiona y no defraudes su confianza, asegúrale que hasta en la ausencia aprenderás a querer más y mejor, que hasta la ausencia es cuna y semilla de lo bueno y lo mejor, que es más, que no existe ausencia entre los que se aman, sea cual sea esa relación de padres, hermanos, amigos, compañeros, amantes, porque se puede estar no presente, pero jamás ausente cuando dos se quieren de verdad.


Hace un tiempo, una amiga preocupada y temerosa de amor y distancia me preguntó, mi respuesta, en aquel momento, fue la de una persona libre, amante del mundo, aunque no amante de nadie, por lo que supongo que estaba en condiciones de ser equilibrada. Ese texto le gustó, nos gustó, hoy lo incluyo y lo regalo sobre todo a aquéllos a los que les duele o les manda señales la todo poderosa Ausencia:


Impulsos del corazón

Si alguna vez existió la justicia, fue para esconderse tras la figura del Amor. Porque Amor se coloca una venda en los ojos y es capaz de despreciar edad, dinero o cualquier otra cosa que viva bajo el dominio de la razón. Porque ofrece las mismas oportunidades al niño, al joven y al cuerpo viejo que mantiene viva el alma, sin facilitar ventajas a ninguno de ellos, sin que se tenga el privilegio de conocer ni el más minúsculo de sus misterios, en ningún momento, a lo largo de nuestra vida. Un día, sin esperarlo, y lo que es más importante, sin desearlo, te lo encuentras al doblar una esquina (aunque nunca entendí cómo se podrá doblar cosa tan dura). En cuanto te percatas de que es Él, intentas salir huyendo, sin lograrlo, pues te atrapa sin argumentar razones, ni querer saber de excusas. Y, entonces, contraes el peor de los males y te invade el mayor de los miedos. De repente, temes el final, temes entregarte demasiado, dar todo lo que tienes y aquello que no imaginabas que se escondía bajo tu piel, temes revelar esos secretos que te hacen vulnerable, a la vez que deseas ser la criatura más vulnerable del mundo para poder encontrar refugio en el pecho que te resulta una almohada perfecta, hecha a tu medida; pero, sobre todo, temes el final. Amas con todas tus fuerzas, aprendes sus gustos, memorizas su aroma y crees verlo en todas las personas que se atraviesan fugaces ante ti. Lo añoras en su ausencia, te devoran los nervios en su presencia, te puede la ilusión y te contienes ante el deseo del roce y la caricia que induces como por azar, en busca de que, entendida la indirecta, recibas mucho más. Pero te sigue persiguiendo el fantasma del miedo al final, al ¡qué será de mí cuando esto acabe!....
¡El amor no conoce final!, no es carne de hombre ni de mujer, no es la persona ni el objeto del deseo, es algo más. Es la fuerza que te mueve a mirarte en un espejo y descubrir tu atractivo, es la razón por la que los lunes no son oscuros y por la que lloramos ante una película ñoña de la que todos adivinamos el final antes de la primera pausa publicitaria. ¿Para qué preocuparse del fin? ¿por qué no mejor vivir?, vivirlo y presumir de: ¡yo estuve ahí!, atrapado en las inseguras garras del amor. Yo fui de esos seres privilegiados que un día conocerá la muerte sin miedo, porque se irá de este mundo con la satisfacción de que vivió todo lo que había por vivir, y que conoció y consumió todas las capas de su piel. El amor se vive hoy, este minuto y este segundo, se saborea como el chocolate que se derrite entre los dedos y que con descaro lamemos ante los ojos desorbitados de los pudorosos, que delicadamente se los habrían limpiado. El amor se goza sin pensar y, si llega a su fin en una historia, se respira hondo para proclamar satisfecho, lo feliz que se ha sido y para preguntarse cuánto tardará en llegar la próxima. Si ha de continuar, ¡ah que inmensa fortuna, si ha de ser así!, entonces se pone a calentar todos los días un ratito, a temperatura media, en su horno, cuidando de que no se queme y, cuando esté bien derretido, se chupa y saborea hasta la médula, procurando, eso sí, de que siempre haya un poquito más en las bodegas, y de que no esté caducado. La conservación y renovación ya es cosa de cada cual y cada producto, marca, ingrediente,... tiene su receta particular.
Que no tiene que ver, lo admito, que me apetecía mucho incluir al más tierno fantasma de Notredam, lo aceptáis. Salí al mundo... ¿me acompañáis? ¿nos encontramos en algún punto? A partir de 1,22 minuto para quienes ya no se considere monstruos o bichos raros. http://www.youtube.com/watch?v=UKoAJ9viou4&feature=PlayList&p=0B4A788047D86C8D&playnext=1&playnext_from=PL&index=31

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