martes, 7 de julio de 2009

MAR Y SEXO

Es curioso las mil y una formas en las que se nos invita a pensar, reflexionar y auto-analizarnos. Cuando no es a través de nuestro horóscopo chino, es por la inicial de nuestro nombre, la forma y color del iris o el rastro que queda en nuestra taza de té; el fin es siempre buscarle tres patas al gato. Pues resulta que por si no fuera poco, existe una relación directa entre nuestra forma de entrar en el mar y nuestras preferencias sexuales. Según sostiene esta teoría, la inclinación a introducirnos de sopetón y de cabeza o lentamente, en el frío líquido (pistas de cómo lo hago yo) incide directamente en qué estilo de sexo adoptamos: sin preámbulos y a saco (entras a la carrera), con muchos cariñitos y precalentamientos (entras despacio). Esto podría ser una razón más para encasillar a hombres y mujeres, dado que a los que sueles ver a todo correr, levantando de forma curiosa una pierna detrás de otra como ancas de rana, y verlos zambullirse de inmediato, para escuchar luego el gritito en cuestión, es a ellos. A las niñas se las contempla despacio y encogidas, temerosas de si pasar o no pasar del ombligo. Mira, quién sabe, igual todas las diferencias sexuales que nos distancian no eran más que cuestión de zambullidas.

Sea como sea, el consuelo es que no siempre te apetece lo mismo. Todos nos hemos lanzado en alguna ocasión incluso desde las rocas más escarpadas o entrado despacito, dado que teníamos por ejemplo una comida reciente. Y las hay muy bestias, y los hay muy delicados y parsimoniosos.

Lo que supongo que todos tendremos en común es el deseo de practicar del fresquito y placentero sexo en el mar, aunque digan algunos que el agüita salada no ayuda y la arena hace destrozos. ¡Bobadas! y si es cierto, de algo habrá que morir, eso al menos habría dicho mi abuelo que, por cierto, resistió a dos guerras y no sabía nadar, en el mar, solo en el mar....

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