viernes, 24 de julio de 2009

PERSONAJES VII

CARMELO




No resulta del todo cierta la afirmación de que la familia no se escoge. Carmelo es primo mío por partida doble, y hasta triple; me siento muy orgullosa de poderlo decir. Su padre es hermano de mi madre, su madre es prima hermana de su padre y de mi madre, es decir, es mi primo hermano por parte de su padre y mi primo segundo por parte de su madre, he aquí la partida doble, pero además es una de las personas a las que más quiero y admiro, y he aquí nuestra partida triple.


Hace muchos años, cuando asuntos familiares me llevaron a pasar unos días en su casa, yo contaba con ocho o nueve años, él tenía doce más. En esos días lo conocí de verdad y empezó a quererlo, en aquellos instantes, me habló y trató como a una igual, ¡y me enseñó a preparar mahonesa! Supe que ese tipo me gustaría, por y para siempre. Luego llegaron años en que yo buscaba un modelo y él vivía como le salía de los cojones: manifiesta su homosexualidad, su necesidad de ser libre y creativo... Pasó por etapas de mochilero, de guía turístico, de drac, sea como sea, él siempre estuvo en búsqueda, fue auténtico, y yo, pues sonreía, esperando noticias de mi aventurero favorito y sintiéndome cada vez más y más orgullosa de él. Recuerdo que la primera de las tres veces que he golpeado a alguien fue en su defensa. Regresábamos del instituto caminando a paso de "no hay prisa" un grupillo de chicos y chicas, entre ellos, el troglodita de mi primo Benigno (anda que el nombre...). Señaló para su casa y dijo: -ahí vive mi primo el maricón, añadió la expresión "¡qué asco!, y escupió. Acto seguido, recibió el tortazo más sonado que he atizado en mi vida. Un tortazo que venía a representar "¡imbécil, homófobo, animal!" y otras tantas lindezas algo más difíciles de transmitir con palabras. Desde entonces le gusté, estuvo una temporada detrás de mí (siguiendo una extraña tradición familiar y demostrando que los tíos son idiotas).


Pasan los años y Carmelo y yo somos "igualados" por la vida. Los acontecimientos personales de cada cual nos acercan a similares sendas y nos vamos reencontrando como amigos y confidentes, como personas que dan y reciben, porque sus vidas aportan libremente dones, regalos y enseñanzas que no pueden ser consideradas un casual. Y nos vamos moviendo en los círculos del reiki, el conocimiento de uno mismo, la libertad, los puntos de miras abiertos al conocimiento y la eliminación de prejuicios, el humor, el amor. Con él aprendo y comparto los viajes que me trasladan a los lugares más personales de este planeta y a los rincones más escondidos de mi alma. Y nos reímos, que el chascarrillo familiar tiene mucha guasa, y nos metemos el uno con el otro, ¡adoro chincharlo!; y sabemos cuando tocar a la puerta y cuando decir no.


Hoy, por alguna razón causal, ha sido uno de esos días de encuentro. Él está guapísimo, genial, porque su belleza emana de su luz interior. Ha decidido abrir la caja de Pandora de sus emociones y después de un par de décadas sin llorar y taponar, ha podido liberar muchos sentimientos traducidos en lágrimas de verdadera felicidad. Ha comenzado ha reordenar su vida física, artística, sexual y espiritual, curiosamente, a la par que yo me iniciaba en una fase de lo mismo. En medio de la conversación, me ha soltado un buen montón de verdades que, sin ir dirigidas a mí, sabía perfectamente que me serían de provecho, muchas ni las recuerdo, pero brotarán sin duda alguna ni tampoco esfuerzo, en el momento adecuado.


Lo que sí me ha comunicado y deseo compartir con vosotros, mis amigos, es la dieta del perdón: un ejercicio revelador solo apto para valientes que persigue perdonar o perdonarse. En mi caso, lo iniciaré como un auto-perdón que, si bien nunca tuve muy claro si hay gente por ahí a la que tenga que perdonar las putadas que me hayan hecho, creo que me será más sencillo perdonar cuando lo haya hecho conmigo misma, misión de las duras, duras. Pero no me lío, ahí va la dieta:


Durante siete días, escribiremos, cada día, 70 veces, la siguiente oración: Yo, nombre y apellidos completos, me perdono. Nuestra cabecita, a medida que la oración se repita, se irá abriendo a recuerdos, emociones e impresiones increíbles, nuestra letra cambiará, porque también lo estaremos haciendo nosotros, quizás para siempre... El ejercicio nos abrirá caminos y puertas que nos ayudarán a encontrar respuestas y salidas que perseguir, auténticas, firmes. No he probado, comienzo hoy y casi seréis testigos de mi evolución, pues puede que se plasme en mis escritos, en la ausencia de ellos, o a saber,... pero él me asegura que es para no arrepentirse y os aseguro que mi confianza y admiración por Carmelo es tan plena que, aseguraría a todo riesgo que sea cierto. Carmelo es ante todo un hombre valiente que no ha temido jamas mirar dentro y encontrar, solo por eso siento que está muy por delante, en madurez y capacidad de amor, que la mayoría de la población de este planeta y que se le puede capacitar para que actúe hoy como nuestro guía. Es un ser mágico e intuitivo que merece la pena seguir. ¿La receta?, todavía más, sobre todo teniendo en cuenta el mucho bien que nos hará. Pero, ¡ojo!, solo se inicie con seguridad, sin temor ante lo que nos podamos encontrar, ya que la verdad a veces es difícil de asumir y muchos vivimos un engaño disfrazado que, si se torna transparente y doloroso... ¿qué excusa inventaremos para no salir de el?


Carmelo. gracias, te quiero, eres mi luz, mi chico especial, mi sonrisa picarona y la prueba viviente de que la nariz de los Quintero es una seña de identidad claramente hereditaria.

2 comentarios:

  1. Te envidio por tener gente asi en tu vida, lo de la sangre es lo de menos... no cuenta para nada.

    En cuanto al ejercicio me lo apunto, aunque no lo haré. No creo que esté en un momento en que lo necesite. Suerte con él, te deseo lo mejor¡¡¡

    T.A.

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