BUCK
¡Éste sí que es todo un personaje! Más que nada porque no es real. Durante un tiempo fue un chico que asaltó a caballo nuestras pantallas, en unos días de adolescencia y sueños. Yo no tendría más que doce o trece años… juraría que ni siquiera iba aún al instituto. Aparecía en una serie de la tele, Jóvenes Jinetes, que me encantaba, porque contenía todo lo que una adolescente puede demandar: romanticismo, aventura, problemas que se resuelven entre amigos, sueños truncados y sueños cumplidos. Me encantaba imaginarme cuidando de ese indio mestizo, guapo y sensible, de coraza dura; me imaginaba ganándome su confianza y abriéndole un mundo de alegría y felicidad que apartase cualquier recuerdo amargo de su pasado, de haber crecido sin un padre, de un hermano, en medio del rechazo, del encierro y de sentir que no encajaba en ninguna parte. Recuerdo que me montaba yo solita mis historias, mis versiones personales del capítulo, noche tras noche hasta quedar profundamente dormida, y en esas historias, lo que primaba era la confianza del uno en el otro, el diálogo y la demostración de amor por quien eres de verdad, no por tu historia o lo que tienes. Un amor que florecía de las virtudes personales más allá de las diferencias de raza o cualquier otro asunto. Me enamoré platónicamente de este personaje y, dado que la serie duró tres largas temporadas, es de suponer que nuestra ficticia relación se alargó más en el tiempo que otras muchas que haya podido tener en este plano más real.
Lo curioso es que pronto Buck se convirtió para mí en un símbolo de aquello que busco y persigo desde hace mucho tiempo (y dándome cuenta de que esto huele demasiado a diario, pido disculpas y me consuelo en la esperanza de que algún lector vea en mi historia reflejos de su persona; y de que mi lado romántico no esté resultando excesivamente vomitivo…).
Pues eso, hace un par de meses un amigo me envío un correo de nuestro horóscopo celta, o de uno relacionado con árboles. ¡Soy un pino! ¡No será por altura y esbeltez! En esta predicción se me definía como alguien cariñoso y enamoradizo que no cesaba en su búsqueda hasta encontrar lo perfecto para sí mismo. Cierto, para que lo voy a negar. Como no estoy en necesidad de amar, procuro buscar lo perfecto. Lo perfecto es Buck: un chico con un aire introvertido y que me mira con cierto miedo. Me contempla con serenidad y paz cuando estoy a su lado, sus ojos se tornan tristes cuando se percata de que es el momento de la distancia. Buck tiene una mirada profunda y limpia; oscura y luminosa, te permite leer como en un libro abierto. Buck es desconfiado y fuerte como un caballo sin domar, conserva el espíritu salvaje de quien no desea ser retenido, quiere correr en libertad sin agobios, a la vez que desea que al final de su carrera estés ahí para recibirlo y acariciarlo, y agradecerle su vuelta. Buck es sumamente cariñoso, tierno y atento, cuando llegas a su corazón. Le gusta jugar con cada uno de los milímetros de tu piel, en todos busca sensaciones. Buck es un gran oyente, escucha más que habla, porque no se acostumbró a contar de sí mismo, pero cuando lo hace, en cada palabra que te dedica, te asegura estar creyendo en ti, y entregándote lo más valioso de este mundo. Buck es una cajita de sorpresas que le saca todo el meollo a la vida: cuando ríe, ríe, cuando celebra, celebra, cuando se enfada, se pone insoportable, cuando se entrega, tocas las estrellas. No hay medias tintas. Buck no decepciona, porque viene al desnudo, sin dobles intenciones ni falsas promesas. Buck es inteligente e ingenioso, tiene un maravilloso sentido del humor, y es tan poco detallista, tímido y despistado que, para cuando se viene a acordar de tu cumpleaños o de tu flor preferida, es demostración de que representas una parte imprescindible de su existencia. Buck es algo más que un personaje ficticio, existe, lo creé, conjuré y atraje. Puede que ya esté en mi vida.
No cabe duda de que cuando lanzamos repetidamente un mensaje al universo, éste termina por cumplirse, es ley tántrica (que existe más allá del sexo, ¡por dios santo!) Nuestra energía es lo bastante poderosa como para que nos devuelva lo emitido, sea bueno o malo. Imagináis ¿cuántos años proyecté a Buck? y ¿cuántos deseé convertirlo en alguien de carne y hueso? Pues, era inevitable que tarde o temprano se me plantase delante de mis narices para mi pavor y sorpresa. Lo único que sucede ahora, es que ando con prudencia, muuuuuchaaaa prudencia. No me gustan los problemas, pero esta vez hasta me los estoy auto-provocando, me creo obstáculos y dificultades que me permitan, en el tiempo y la reflexión, auto-demostrarme que es él, comprobar que no meto la pata, que estoy preparada y dispuesta para dar, recibir y compartir, porque si Buck para estas cosas es un hombre claro, yo a la hora de dar, doy sin límites, otra cantidad no se podría entender (dentro del equilibrio de la vida interior, propia, y la libertad y el respeto, claro, claro); no es cuestión de andar derrochando lo auténtico en el personaje equivocado.
El hecho de que Buck pueda haberse plantado en esta dimensión de mi vida, el hecho de que otros pequeños sueños o planes se materialicen, me invita a desear más y más, y además os pido que también lo hagáis vosotros. Por favor, creed en mi magia, en la magia,… veréis que todo saldrá bien, así que pongámonos a pedir. Empiezo yo por romper el hielo: deseo participar en un proyecto de Clint Eastwood antes de que la palme (hemos dicho pedir de verdad, ¿no?), deseo ser creadora de sueños que se lleven a escenas , páginas y pantallas, deseo un viaje mochilero que me permita descubrir los recodos más increíbles de este planeta y volver mejor persona. Quiero tener una fortuna lo bastante grande como para dar respuesta desahogada a todos los que me rodean y que la preocupación de sus vidas sea otra bien distinta a la del dinero. Quiero seguir aprendiendo en mi trabajo, poder estar rodeada de los mejores y formar parte de su equipo. Quiero que mi trabajo deje una huella positiva en aquellos que pasan por mi vida. Quiero que se lamente el lejano día de mi muerte. Quiero sentarme a tu lado al caer la tarde, cuando la brisa del mar es alivio y se cuela por los poros de la piel hasta provocar un escalofrío y no mirarnos, hablar contemplando el horizonte, alejado, tan alejado como el día de nuestra separación. Y respirar en paz y ser consciente de que todo lo bueno de mí está en ti y que todas tus bondades las compartes conmigo. Deseo que me sientas cerca en tus momentos de duda y dolor, y me llames; y que me percibas cerca en tus momentos de alegría y satisfacción y también entonces me busques. Deseo que la vida me dé tantos síes, que no pueda siquiera abarcarlos. Quiero que me quieras y querer y enseñar a querer y querer a los que no quieren y ser querida por lo que quiero y por lo que soy. Deseo que mis letras superen fronteras, mis cuentos se publiquen, mis cuadros se valoren, mis ideas se respeten. Deseo ser mediadora entre este y otro mundo y traer el mensaje y la misión que me haya sido encomendada con todo el valor y coraje que se precise. Deseo no perder jamás la sonrisa y contagiarte la mía. Deseo que todos mis deseos se conviertan en realidad. Deseo que seas consciente de que eres uno de mis deseos y que en ello no hay motivo de preocupación, que solo se puede albergar desde la felicidad. ¡Uf!, ya está. ¡Qué bien se queda uno! Feliz día. T. A.
Lo curioso es que pronto Buck se convirtió para mí en un símbolo de aquello que busco y persigo desde hace mucho tiempo (y dándome cuenta de que esto huele demasiado a diario, pido disculpas y me consuelo en la esperanza de que algún lector vea en mi historia reflejos de su persona; y de que mi lado romántico no esté resultando excesivamente vomitivo…).
Pues eso, hace un par de meses un amigo me envío un correo de nuestro horóscopo celta, o de uno relacionado con árboles. ¡Soy un pino! ¡No será por altura y esbeltez! En esta predicción se me definía como alguien cariñoso y enamoradizo que no cesaba en su búsqueda hasta encontrar lo perfecto para sí mismo. Cierto, para que lo voy a negar. Como no estoy en necesidad de amar, procuro buscar lo perfecto. Lo perfecto es Buck: un chico con un aire introvertido y que me mira con cierto miedo. Me contempla con serenidad y paz cuando estoy a su lado, sus ojos se tornan tristes cuando se percata de que es el momento de la distancia. Buck tiene una mirada profunda y limpia; oscura y luminosa, te permite leer como en un libro abierto. Buck es desconfiado y fuerte como un caballo sin domar, conserva el espíritu salvaje de quien no desea ser retenido, quiere correr en libertad sin agobios, a la vez que desea que al final de su carrera estés ahí para recibirlo y acariciarlo, y agradecerle su vuelta. Buck es sumamente cariñoso, tierno y atento, cuando llegas a su corazón. Le gusta jugar con cada uno de los milímetros de tu piel, en todos busca sensaciones. Buck es un gran oyente, escucha más que habla, porque no se acostumbró a contar de sí mismo, pero cuando lo hace, en cada palabra que te dedica, te asegura estar creyendo en ti, y entregándote lo más valioso de este mundo. Buck es una cajita de sorpresas que le saca todo el meollo a la vida: cuando ríe, ríe, cuando celebra, celebra, cuando se enfada, se pone insoportable, cuando se entrega, tocas las estrellas. No hay medias tintas. Buck no decepciona, porque viene al desnudo, sin dobles intenciones ni falsas promesas. Buck es inteligente e ingenioso, tiene un maravilloso sentido del humor, y es tan poco detallista, tímido y despistado que, para cuando se viene a acordar de tu cumpleaños o de tu flor preferida, es demostración de que representas una parte imprescindible de su existencia. Buck es algo más que un personaje ficticio, existe, lo creé, conjuré y atraje. Puede que ya esté en mi vida.
No cabe duda de que cuando lanzamos repetidamente un mensaje al universo, éste termina por cumplirse, es ley tántrica (que existe más allá del sexo, ¡por dios santo!) Nuestra energía es lo bastante poderosa como para que nos devuelva lo emitido, sea bueno o malo. Imagináis ¿cuántos años proyecté a Buck? y ¿cuántos deseé convertirlo en alguien de carne y hueso? Pues, era inevitable que tarde o temprano se me plantase delante de mis narices para mi pavor y sorpresa. Lo único que sucede ahora, es que ando con prudencia, muuuuuchaaaa prudencia. No me gustan los problemas, pero esta vez hasta me los estoy auto-provocando, me creo obstáculos y dificultades que me permitan, en el tiempo y la reflexión, auto-demostrarme que es él, comprobar que no meto la pata, que estoy preparada y dispuesta para dar, recibir y compartir, porque si Buck para estas cosas es un hombre claro, yo a la hora de dar, doy sin límites, otra cantidad no se podría entender (dentro del equilibrio de la vida interior, propia, y la libertad y el respeto, claro, claro); no es cuestión de andar derrochando lo auténtico en el personaje equivocado.
El hecho de que Buck pueda haberse plantado en esta dimensión de mi vida, el hecho de que otros pequeños sueños o planes se materialicen, me invita a desear más y más, y además os pido que también lo hagáis vosotros. Por favor, creed en mi magia, en la magia,… veréis que todo saldrá bien, así que pongámonos a pedir. Empiezo yo por romper el hielo: deseo participar en un proyecto de Clint Eastwood antes de que la palme (hemos dicho pedir de verdad, ¿no?), deseo ser creadora de sueños que se lleven a escenas , páginas y pantallas, deseo un viaje mochilero que me permita descubrir los recodos más increíbles de este planeta y volver mejor persona. Quiero tener una fortuna lo bastante grande como para dar respuesta desahogada a todos los que me rodean y que la preocupación de sus vidas sea otra bien distinta a la del dinero. Quiero seguir aprendiendo en mi trabajo, poder estar rodeada de los mejores y formar parte de su equipo. Quiero que mi trabajo deje una huella positiva en aquellos que pasan por mi vida. Quiero que se lamente el lejano día de mi muerte. Quiero sentarme a tu lado al caer la tarde, cuando la brisa del mar es alivio y se cuela por los poros de la piel hasta provocar un escalofrío y no mirarnos, hablar contemplando el horizonte, alejado, tan alejado como el día de nuestra separación. Y respirar en paz y ser consciente de que todo lo bueno de mí está en ti y que todas tus bondades las compartes conmigo. Deseo que me sientas cerca en tus momentos de duda y dolor, y me llames; y que me percibas cerca en tus momentos de alegría y satisfacción y también entonces me busques. Deseo que la vida me dé tantos síes, que no pueda siquiera abarcarlos. Quiero que me quieras y querer y enseñar a querer y querer a los que no quieren y ser querida por lo que quiero y por lo que soy. Deseo que mis letras superen fronteras, mis cuentos se publiquen, mis cuadros se valoren, mis ideas se respeten. Deseo ser mediadora entre este y otro mundo y traer el mensaje y la misión que me haya sido encomendada con todo el valor y coraje que se precise. Deseo no perder jamás la sonrisa y contagiarte la mía. Deseo que todos mis deseos se conviertan en realidad. Deseo que seas consciente de que eres uno de mis deseos y que en ello no hay motivo de preocupación, que solo se puede albergar desde la felicidad. ¡Uf!, ya está. ¡Qué bien se queda uno! Feliz día. T. A.
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