Pudiera empezar a escribir de mil formas distintas: comenzando por mi experiencia personal, la de mi madre o la de mi abuela, comentando los resultados de la última encuesta que incluí en el blog, y que tantas pistas nos dejaba acerca de cómo concebimos el amor,... O podía rescatar a una de tantas mujeres maravillosas que han intentado hacer de mi vida algo mejor, y decidí que empezaría por aquí, por el retrato de una mujer hermosa que cuestionó hasta el último día de su vida la palabra del hombre que dictaba al mundo.
Podéis seguir leyendo con tranquilidad, no daré un discurso feminista ni mucho menos, no soy feminista, serlo significa infravalorar al hombre y considerarlo el causante de todos nuestros males, o querer hacer su vida; nada de esto lo sostengo ni lo deseo. Es más, en muchas ocasiones admito que somos las mujeres nuestras mayores enemigas y las que copiamos del hombre solo lo peor en busca de una falsa igualdad.
Regresando a mi heroína, mi hasta ahora enigmática heroína, permitidme que os presente y hable de Alice Paul, una cuáquera nacida a finales del siglo XIX en Estados Unidos, que luchó a riesgo de su vida por el voto de la mujer, por el derecho a que pudiera estar representada en las leyes que sí debía cumplir, en los trabajos que se le obligaba a ejercer sin protección,...Y fue una lucha que puso en peligro su vida, porque el presidente Nixon, que en ese momento se declaraba en guerra contra Alemania por estar privando a Europa de libertad y democracia, ¡manda huevos!, quiso acallar las incómodas voces de esas mujeres, encarcelándolas por ¡obstrucción del tráfico!, aislándolas de todo abogado y contacto exterior y sometiéndolas a torturas cuando se declararon en huelga de hambre. Ganaron su lucha (ojo con el determinante posesivo "su") y consiguieron el voto en 1922. Para entonces, países tan cerrados e incivilizados a los ojos americanos como Nueva Zelanda o Rusia, lo tenían concedido desde hacía décadas. Alice Paul prosiguió en su lucha por los derechos de la mujer hasta el día de su muerte en 1977, pero a costa de su vida (me habría gustado ver su cara en temas como aborto, maltrato o "condena" por violación).
Ella partía de la idea de que hombre y mujer son iguales de corazón. Si el hombre desea tener un lugar en la sociedad, gozar del respeto por lo que su trabajo aporta, que su esfuerzo sea tenido en cuenta, ¡la mujer no deja de ansiar lo mismo! Sin embargo, Alice dedicó sus días a convencer a otros de ese derecho cuando no debería precisar, si quiera, de una defensa, y hubo de hacerlo a costa de su propio corazón. ¿Por qué? ¿Por qué mujeres como Alice Paul se han visto condenadas a negarse una vida sentimental plena para que otras seamos consideradas personas? Sus días se centraron en su lucha, y no pudo gozar del amor de un hombre que compartiese su sueño, y de la crianza de unos hijos. Aunque no deja de ser predecible, por cierto, ¿qué hombre lo habría entendido? ¡Oh, no!, nada de colocarse en posturas políticamente correctas ahora, ninguno lo entendió, porque aún hoy ninguno lo comprende.
No soy Alice Paul, gracias a Dios, ella me ha allanado mucho el camino, pero tampoco soy ni mi madre, ni mi abuela, negadas en multitud de derechos y críticas con muchas de mis posturas; ni soy mi vecina,... pero soy un ejemplo de lo que afirmo con convicción y hasta con cierta rabia. Soy una mujer independiente económicamente, tengo mi propia casa y coche, mi trabajo y mi horario de entrada y salida. Dicto quien entra en mi vivienda y en mi cama. Decido cómo y cuándo has de salir de ambas. No doy explicaciones diferentes, seas hombre o mujer; tampoco distingo mis palabras o mi actitud. Y si contigo hablo de forma natural de cómo guisar un pulpo sin agua, también lo haré de sexo, de sus virtudes y de mis gustos. A los ojos de mis tíos y tías, de algunos primos, colegas y de excompañeras de instituto soy una fulana, puta, mujer de poco fiar o cuantos sinónimos se te ocurran. Para los hombres más educados, alguien que tiene problemas para comprometerse; para los que permanecen todavía en la fase troglodita, una lesbiana reprimida o un marimacho (más si le añadimos que me gusta la cerveza, el porno y el esgrima).
Creo que se está errando el punto de vista; con todas. Verás, cierra los ojos, olvida que soy una mujer y escucha de nuevo mi discurso: tengo casa, coche, trabajo, hablo de cocina igual que de sexo, me gusta el porno y la cerveza y yo decido en mi vida y mi cama. Respuesta: ¡joder! tío tú sí que sabes vivir, ¡partidazo! etc...
A todos los discursos y opiniones que anden brotando, les recordaré algo, las palabras de Alice Paul: mi corazón es igual al tuyo y tiene las mismas necesidades. ¿Qué no me comprometo? ¿qué es compromiso para ti?, ¿vivir solo para satisfacerte, dejar mi tiempo por el tuyo, mi crecimiento por el tuyo?, entonces ¿qué es lo que te atrajo de mí? No sería mi don de superación o lo activa que resultaba, no fue por mi inteligencia o por mi ingenio, por mis ideas propias o mi capacidad de dar, de aprender, porque si fuera por eso, ya habrías reconocido que me comprometo, y con algo tan maravilloso como la vida, y no andarías cambiándome y criticándome. Mi compromiso va con aquéllos que me aportan, o ¿es que acaso existen corazones valientes que se acercan a quienes le roban su fuerza?
Y no acepto sacrificios, no quiero mártires femeninas, que la igualdad de corazón es un principio natural. No quiero que me convenzas de que sin ti no puedo vivir, ¡mentira!, vete con tus inseguridades a otra cultura o a la consulta de un psiquiatra. Lo siento, no me cabe en la cabeza,... y no hablo de integrismo, ni Áfricas remotas, ni países árabes ni leches. No me cabe en la cabeza las niñas de quince años que no salen sin permiso del novio, ¿¡novio?!; las esposas que no se plantean que ellas también pueden divertirse el sábado noche con amigos, y creen que el paseo del domingo con el señor esposo y los niños es todo su derecho a vida social; las que me consideran un fracaso por no empujar ya un cochecito de bebé; los que dan por hecho que comer en casa es la antesala de un polvo, porque es el mensajito que estoy mandando a gritos y ya se sabe de las que... Los que cargan sus complejos contra mujeres a las que no pueden mantener, a las que tienen que conquistar y convencer de que sus vidas compartidas pueden resultar aún más enriquecedoras de lo que lo son por separado, prefieren de estos argumentos.
Soy mujer, a parte de profesional, o amiga, o amante, o hermana, o hija, soy mujer y no es un papel que tenga que representar, es una característica fisiológica y sexual, con la que nací. Es que fuera de mi DNI, que también resulta tener una, me salieron dos xx, dos tetas con cierto volumen y labios inferiores a parte de los superiores, pero es que de resto, ya está, no veo mayor diferencia. Ni soy sensible, ni soy sensata, ni soy cariñosa, ni soy nada por ser mujer. Lo soy como persona, fruto de sus opciones y experiencias. Y hay hombres más sensibles que yo, y más responsables, que se le dan mejor los niños y fabulosos en la cocina, y que planchan mejor las camisas, y hasta los hay que les gusten las canciones románticas que a mí me ponen los pelos de punta. Pero no creo que se distingan más que por ser personas, personas.
Lo siento Alice, desde tu tumba sin letargo; conseguiste derechos que hoy me permiten, por ejemplo, expresarme como lo hago en este blog, pero no hemos logrado algo todavía, mi pequeña, tu ley de corazones con igual necesidad, reconocimiento y posibildad no acaba de comprenderse del todo, porque si no, todas las que estamos leyendo estas líneas, no sentiríamos cómo aún se nos cuestiona y se nos etiqueta. Gracias.