sábado, 30 de mayo de 2009

ALFIE


Se adivina el final de la película cuando arroja las flores al agua desde un puente de Manhatan. Luego, un primer plano que recuerda al monólogo con el que Puck termina Sueño de una noche de verano. Y es que Alfie no deja de ser un duende: "¿Y qué tengo?-se pregunta mirándonos fijamente desde el otro lado de la pantalla- en serio, unas monedas en el bolsillo, unos cuantos trajes caros, un coche elegante a mi disposición y estoy soltero, sin ataduras, no dependo de nadie ni nadie depende de mí. Mi vida es solo mía, pero no tengo la conciencia tranquila, y si no tienes eso, no tienes nada. Así, que no puedo dejar de preguntarme cuál es la respuesta, qué sentido tiene todo... ¿sabéis lo que digo?" Y se aleja puente a través, en una imagen que se va fundiendo, que lo va convirtiendo en un diminuto muñeco en la noche newyorkina, y salta la canción, la banda sonora, una fabulosa banda sonora que os prometo encontrar y adjuntar, y nos deja así, me deja así, revuelta, emocionada, con esa pregunta en el aire, en los labios, en los ojos humedecidos por lágrimas de las suavecitas, de las que permiten ver y respirar.


Alfie te toca el corazón, es un ser entrañable al que resulta imposible odiar aunque te dé mil razones para hacerlo, porque, al fin y al cabo, ha sido auténtico. Cuando entras en su vida, sabes que es para jugar, para vivir y disfrutar, no tendrá ningún otro sentido, porque él no se lo ha encontrado y no puede compartir lo que no tiene. Es franco y sincero, es transparente y se deja agasajar, en sus brazos eres la diosa Afrodita, con o sin grietas en el costado, pero sin dejar nunca de ser una hermosa escultura de mármol.


Son tantas las cosas que le suceden que no parece del todo raro que sienta su conciencia intranquila, pero siendo él, yo la tendría. Nunca hizo falsas promesas, nunca las engañó usando palabras de amor o garantizando que eran las únicas mujeres de su vida, ¿y quién dice que no amó? ¿qué amo lo que cada una tenía de autenticidad? ¿y quién dice que no sintió amor por su amigo, por el viejo? ¿quién puede llegar a afirmar que no aprendió de sus errores?


Posiblemente, cuando me lo tropiece uno de estos días en una esquina de la Quinta Avenida, le aconseje a Alfie que siga esa línea, la de comunicar sus pensamientos y sentimientos, solo eso basta para tener la conciencia tranquila, y que, cuando lo comunique, no deje ni por un segundo, de escucharse para, poco a poco, encontrar sentido a todo eso que se pregunta y se cuestiona, bastará con que entienda el 90% de sus acciones dentro de unos 50 años.


Alfies debe haber más de uno, creo que todos guardamos un poco de Alfie en nuestros corazones, solo, que somos pocos los que resultamos lo bastante valientes como para, con dos huevos-ovarios, exteriorizarlo. Ayer, uno de esos Alfie llamó a mi puerta. Juraría que hasta físicamente se parecen. Ambos tienen mucho estilo y son guapos, pero mi Alfie particular lleva mejor el pelo. Para que digan que no existe un universo protector ni seres que te cuidan, a mi Alfie me lo mandó el cielo en el momento justo. Vino para ayudarme sin saberlo (solo quisiera apuntarle a ese cielo tan mono que, la próxima vez me mande sus paquetes regalo un poco antes de la madrugada, que era viernes y me había levantado a las seis). Durante gran parte de la conversación, no hablamos de mí, sino de él; y no en tono lastimero, que los lloricas a este chico no le gustan. Se enfocaba desde el orgullo sano, la fortaleza y hasta la disculpa, pero sus palabras se me iban clavando, una a una, en cada uno de esos discos duros que tengo por cabeza. Escuchaba, asimilaba, absorvía, limpiaba y agradecía. Puso en su boca mensajes que alguna vez dediqué yo a otros sin hacerlos propios:

Lucho por ser coherente en mi vida, pero no me ha venido de serie, es fruto de las experiencias y las relaciones que he tenido, soy lo que otros despertaron en mí, así que no debo ser tan duro... Bien es cierto que a veces dudo de si lo que estoy haciendo es correcto, a veces mantenerse en tus trece, hace daño a persona a las que aprecias, pero te paras a pensar que puede que se limita a que son dos personas en momentos diferentes de sus vidas, y si bien no está recibiendo de modo adecuado la lección que ofreces, vendrá un tiempo en el que sabrá apreciarla, pero tú no puedes negarte, ni deshacer el camino aprendido. El corazón no engaña, ni tampoco esa voz interior que grita profundo. Las verdades no se niegan, y las palabras se entienden siempre, lo que ocurre es que existen esas personas que las filtran, las adaptan y disfrazan por interés, por miedo o porque de manera innata ya nacieron con el poder de la manipulación. Imagino que por mucho que midamos a la gente, a veces nos encontramos con personas que saben enmascararse y nos dan una confianza, y bajamos la guardia. Ellos, esa confianza, la utilizan para aprovecharse de uno, duele porque en realidad yo no querría estar en guardia, si estás ofreciendo claridad y franqueza, ¿por qué no recibir lo que estás ofreciendo? En el fondo, todos los que viven como trepas o como hipócritas o como cobardes que no son capaces de mirarse bien al espejo, no se van a dormir tranquilos por las noches. Buscan constantemente cambios de aspecto, qué tal si me dejo barba, me corto el pelo, cambio el estilo de mi ropa, pierdo unos kilos o me decanto por algún deporte de gimnasio, buscan cambiar la fachada por no atreverse a decir, qué putada, no me gusta lo que soy y lo que vivo. Y que conste que no me considero mejor que nadie; yo no mido a la gente por mí, solo miro si merecen estar en mi vida porque sus virtudes (las que yo considero virtudes) están por encima de su defectos. Es tan claro como todo esto, no merece la pena comerse más el coco.


Casi, casi, al pie de la letra sus palabras. Suelo escuchar con atención y sé retener bien los mensajes. En algo coincidimos él y yo (coincidimos en muchas cosas): soy fruto de las experiencias y personas que han pasado por mi vida, de aquéllos en quienes me gusta reconocerme y de todos los que aprendo. Muchas veces, cuando hablo, da la senación de que escuchas a un sabio, a una persona que todo lo sabe y está muy segura de sí misma. Lo que ocurre, es que una vez has recibido tu lección de alguien sabio de veras, y asimilas esa verdad y esa enseñanza como tuya, puedes practicarla y transmirtirla con convicción. Soy lo que he aprendido de los demás, me he pasado la vida escuchando y recogiendo, por eso sé que mi apartado de PERSONAJES puede tornarse infinito... ¡qué alegría! Os podría nombrar cientos de pesonas sin exagerar, aun a riesgo de dejarme nuchos en el tintero, quiero cerrar, porque éste sigue siendo mi blog y me da la gana, ¡ele!, dando gracias a los que hoy vienen a mi corazón, gracias a mis guías: Josean, Raúl, Ana, Norber, Carmelo, Pili, Cristina, Omaira, Gloria, Tó, Mario, Luis, Elena, Malela, Tomás, Renate.

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