El turismo en España ha caído un 25%. El 25% de las especies mamíferas y de reptiles del planeta está en peligro de extinción. La morosidad alcanza ya al 25% de las familias europeas. Porsche estudia la posibilidad de vender el 25 % de su empresa a los países árabes, pero no sé exactamente a quién. ¡Ay que ver los datos que soy capaz de retener! Sin embargo, otro porcentaje me preocupa bastante más y se convierte en mi excusa: Malcom, Los Simpson, Drake y Josh, Salvados por la campana, Hotel dulce hotel, Extraterrestres, Cosas de casa y aquel tal Yowi,... Estas series simbolizan solo una pequeña muestra de la comedia americana y el reflejo de su realidad, retrato de sus vidas cercanas, se deduce. Todas guardan en común que presentan un tonto entre sus filas: Homer, el niño de los pelos rizados, el negro de enormes labios y bigotillo de dos días, el conserje con gafas de cinta adhesiva, el soldado de marte. O sea, que si nos dedicáramos a sacar conclusiones, podríamos sostener que el 25 % de la sociedad americana es idiota. Que nadie se tome esta reflexión a pitorreo, puede ser hasta alarmante. Si uno de cada cuatro americanos resulta estúpido, y EE.UU. es la potencia mundial que maneja y lidera nuestro mundo, la posibilidad de ser gobernados por un idiota es del 25%, y la probabilidad de que nos toquen más Bush demasiado alta. Y con todos mis respetos, prefiero en la vida a personajillos inteligentes, aunque peligrosos, que a los idiotas, ya que, por lo menos, a los que disciernen te los puedes quitar de en medio con firmeza, sin miedo a que la conciencia o el sentimiento de culpa hagan mella.
Lo único malo es que, a la hora de la verdad, estos porcentajes no significan mucho más que un comentario objetivo dentro de una buena argumentación, o mera reflexión casual camino de alguna parte, y son otros resultados estadísticos más cercanos los que afectan en nuestras vidas. En mi caso, no son pocos, lo que ocurre es que particularmente, en uno de los casos, los finales se dan la vuelta: El 25 % de los hombres que pasaron por mi vida son dignos de mención, del 75 % restantes no querría hablar o, por lo menos, no repetir, pero qué quieres que te diga, debo tener un buen imán, pues el 95% de ellos suele reaparecerse en una de esas extrañas rachas de mi vida en que coinciden todos juntos. El 25 % de los hombres de mi vida fue capaz de provocar un orgasmo, de ese 25% otro 25% despertó mi interés, y de ese subgrupo a un 25% lo respeto. Por el otro sector, siento admitir que no me despertaron ni tan siquiera curiosidad. El 25% de los hombres es simple, otro 25% predecible, existe el 25% de los buenos y el 25% interesante que, por desgracia, hacen coincidir esta cualidad con el handicap de la peligrosidad. O sea, si sumas bondad, simpleza y predefinición, obtienes que el 75% de los tíos son seres sencillos, de maquinaria muy manejable y tres puntos débiles clásicos que se desbancan sin mayor dificultad en menos de cinco minutos. Qué decir... hay mucho de cierto en eso de que, si no te cuesta, no lo valoras. Y los hombres cuestan bastante poco.
Escribiendo estas líneas, en ese deseo de teclear y teclear sin resuello, para que surjan palabras libres de toda intención, me ha dado por preguntarme si no me estaré contradiciendo con esas otras facetas mías tan espirituales y románticas, y antes de terminar la frase ya he sabido que dicha contradicción, o contraposición, no existe: soy un 25 % de romanticismo, ternura y bondad. Soy un 25% de razón, cordura y responsabilidad. Soy un 25% de espiritualidad, magia y fantasía. Pero existe ese otro porcentaje de pasión, instintos, sensualidad, sexualidad, disparate, y aunque parezca equilibrada en el reparto, puede que no lo esté tanto, que mis cantidades no vivan en el mismo plano o línea y esté destacando uno por encima de otro, y brillando por etapas.
Como el que mantienen a dieta, como el que careció de algo o vivió un luto, como el que estuvo retirado o a la espera, puede darse que, en un momento dado, se viva un porcentaje de las cosas y que, en este preciso instante, apetezca vivir, por ejemplo; el lado que te muerde en el cuello como saludo de bienvenida, y te susurra al oído lo que no se puede decir mucho más alto; el lado que no quiere cenas románticas ni rosas en la cama; el lado que prefiere la arena de la playa el coche en la cuneta, el sabor a sudor y alcohol mezclados, el disfrute de un hoy y un ahora que ni siquiera se plantea si te llamará mañana; el porcentaje que gusta de coger al hombre, despertar el macho y destronar el mito; el porcentaje que está segura de controlar y dominar; el porcentaje que te engancha, te exita, te descontrola y te devuelve parte de esa vida que perdiste hace tanto tiempo ya, que no sabes siquiera a qué sabía, a qué olía, como se hacía...
Tienes un 75% de posibilidades de caer en mis traviesas redes, o un 25% de sobrevivir a la vida sin saber cómo vivir, ni vivirla. Tú eliges qué te apetece más, mejor dicho, sé lo que te apetece, tú eliges atreverte o no.
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