martes, 26 de mayo de 2009

LA FAMILIA


Ni una película de Marlon Brando ni una novela de Delibes, los dictados del corazón... ¡la familia! La familia, la mayor y más pesada de las cadenas que colocan a nuestra vida. Sin entrar en tópicos de si se escoge o no se escoge, de si es amor verdadero o costumbre que adquieres con el tiempo, lo cierto es que la familia representa una especie de estado onírico constante: un sueño que se torna en pesadilla sin sentido en cuestión de segundos, para seguidamente transformarse en una historia de difícil comprensión, que da la impresión que es otra la persona que la está viviendo y no nosotros.¿¿¿¿¿¿¿?????? Me explicaré. O más bien, haré de intérprete para todos aquéllos que no conciban la idea de poder pertenecer a un grupo consanguíneo de un centenar de miembros que repiten sus nombres y mezclan la magia y la locura, como diría Márquez.

¿Alguna vez nos hemos detenido en analizar cómo empezó todo? ¿cuál fue nuestro acto de presentación en este mundo de no-locos? Una mujer extraña, un día te da la vida. Un hombre, todavía más extraño, colabora con algo en ello. Entre los dos te aportan una información genética y un registro religioso y civil que te convierte en ser humano reconocido. Pero, de repente, y es natural que lloremos del susto, te envuelven en un mundo de hábitos y costumbres que no podrás cambiar o escoger durante muchos, pero que muchos años. Al menos acabas con aquella primera sensación de extrañeza.... aunque venga a ser sustituída por otras.

Al principio, a los padres, los adoras, son dioses grandes que traen y multiplican los panes y los peces. Más adelante, los odias, porque no te permiten vestir, salir, escuchar, sentir, experimentar... y entras en un combate con ellos que según tú terminará una vez ganes tu independencia. ¡Pedazo error!, dicha independencia no existe. Nada más nacer entablamos un contrato vitalicio firmado por y con la conciencia de apoyo mutuo: nos prometemos no faltar en navidades, no olvidar los cumpleaños, asistir en el hospital, hacer de taxista y recadero, socorrer en las vacas flacas, apoyar en las disputas de pareja, hermanos y vecinos, y siempre dar la razón, permitir que se opine mal acerca de todos tus ligues, que se critique tu peso y tus entradas y salidas, aun hayas cumplido los cuarenta. Y lo más gracioso es que ese contrato lo avalamos con el amor. Un amor que no te replanteas hasta el momento en el que no soportas la idea de que esa familia te falte. Cuando sientes que no están, ya puedes estar rodeado por miles de amigos y gente que bese tus pies, que su hueco es imposible de rellenar, y entonces crees realmente en el lazo mágico del cordón umbilical y en cientos de teorías metafísicas sobre la elección de nuestros progenitores y de nuestro predestinado sino a su lado.

Si nos fijamos con un poquito de calma, nuestros vínculos familiares son como una extraña y desconcertante adicción que nos lleva a más y más, alcanzando el punto de llegar a relacionar la felicidad con el hecho de poder reproducirte lo mismo, y terminar formando nuestra propia familia. Y claro, creemos que lo haremos mucho mejor, que la nuestra será diferente, sin caer en la cuenta de que estaríamos condenando a otro ser chiquitito y puro a nuestros hábitos y creencias, y adaptándonos a una nueva persona y a todo un séquito de familiares,... y heredando más contratos de conciencia, y todo eso, solo por mencionar una cosilla de nada. Pero claro, tampoco han inventado nada mejor que la familia, al menos hasta el momento, ¿verdad?

Qué deciros... quizás daros un consejo, que prometo aplicarme: en este tema de las familias, como en cualquier otro, lo mejor es que lo viváis con sinceridad, dejéis fluir vuestros sentimientos, los buenos y los malos; no siempre podemos ser luz, que también en las veinticuatro horas del día existe la noche y ¿acaso la noche es mala? ¿es malo ser en alguna ocasión un egoísta torrontudo que sepa decir no? El equilibrio es sano, pero como sé que en la familia es casi imposible, solo me resta deciros, como el enano galáctico ese, "que la suerte os acompañe".

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