XAVIER
Cuando cierro los ojos y evoco su imagen, la primera palabra que me viene a la mente es "caballero". De no haber nacido en este tiempo, no hubiera sido un señor de armadura, que nadie se equivoque, su identidad y su época serían bien distintas. Porte, genio, talento y corazón lo habrían situado en una Europa fría de los años 30 o 40. Pudiera haber sido un músico francés, guitarra en mano durante el día, señor de sombrero de ala ancha; creador de artefactos durante la noche, hombre escondido tras un abrigo de cuello alto. Rapsoda, poeta, trovador, cantautor, creador de lo hermoso y lo particular, habría destrozado muchos de los tiernos corazones femeninos que se cruzaran a su paso. ¡Cuántas damas de cualquier edad caerían a sus pies!
Porque Xavier posee el irresistible atractivo del hombre equilibrado que compagina alma, mente y corazón. En Xavier continente y contenido van de la mano. A la vista queda un hombre guapo de bonitos ojos, diría que azules; mirada curiosa e infantil. Cuando se comtemplan esas dos esferas redonditas y dulces, tienes la impresión de que nada malo puede ocurrirte, de que puedes resguardarte calentita tras de sí. Él mira de frente y mira sereno. Rostro sonrosado, cabello corto, claro. De los labios... poco sabría decir. Solo mira a los labios la mujer que desea besar, y la verdad que, por el momento, éste no es mi caso. Nada podré contar de su boca, pero sí de su voz. ¡Ah! su voz, una caricia que contiene el eco mágico del susurro del mar, de la melodía que embruja a marineros y gaviotas. Canta, canta como los señores del sur, pero con ceseante acento del norte, canta como los amantes latinos, canta como los poetas protesta, los eruditos que aprendieron a entonar. De tan enigmático interior se adivina... lo mejor, ¡qué menos!
Muchos son aquéllos que se atreven a manporrear una guitarra y hacer coincidir unos cuantos acentos con otros tantos acordes, hasta terminar formando algo así como una canción. Hasta yo lo he logrado más de una vez. Sus hazañas y artes no se mueven únicamente por aquí. En Xavier es otra cosa, otro sentido,... ¿cómo explicarlo? Él es otro; particular.
Poneos en situación, os resultará menos complejo entenderme: un lugar frío y ambiente tenso. Una sala desprovista de todo encanto, repleta de cachibaches y aparatos con menos Feng shui que la casa de un torero, será nuestro escenario. Xavier nos ha llevado allí para compartir, en apariencia, una canción, un rato tranquilo, una conversación. Abre la boca, deja fluir palabras, ideas y sentimientos, y todo cambia. El triste cuartucho se torna el lugar ideal. Entonces, olvidas su cara linda, para permitirte apreciar solo el porte del mago y del sabio, para que sus muchísimos centímetros se multipliquen y eleven a la máxima potencia. Es ahora un héroe, hijo de dioses, señor de la humildad y la justicia.
Divago, puede que hasta exagere a los ojos de alguno, mas no me equivoco. Ante Xavier se desnuda la verdad. Es sorprendente cómo te conduce igual que un padre que enseña a montar en bici a su peque y , cuando menos te lo esperas, te suelta, para que de tu propia mano desveles los entresijos más íntimos de tu corazón, con la entera seguridad de que es tu deseo hacerlo. No podéis imaginar qué placer se siente al aprender de alguien que no pretende enseñar, que por el simple hecho de estar y existir es un modelo curioso que contemplas, analizas e imitas. O la satisfacción de poder seguir a quien ignora estarte sacando de un laberinto oscuro, que hace tanto tiempo que te agobia, o quizas sí, quizás estuviera al tanto de tus miedos, de tu angustia y haya querido rescatarte de forma discreta y elegante sin inmiscuirse en tus asuntos. Todo es posible tratándose de Xavier.
En el plano de la sobriedad y la cordura, describir a Xavier viene a ser, poco más o menos, lo que he querido engalanar: un hombre inteligente y culto, tierno, comedido, elegante, motivado, motivante, enamorado de su profesión, transmisor de la mejor de las enseñanzas, sincero, locuaz, creativo, simpático... ¿¡Qué queréis que os diga?!, que lamento no haberlo conocido antes, que siento haber desaprovechado la oportunidad de crecer más y más a su sombra. Pues sí, pero no me imitéis. Si tenéis la oportunidad y la suerte de tropezároslo en vuestra vida, aprovechad y disfrutad del momento. Quien lo busque y quiera reconocerlo, sepa que es el hombre que enamoró a la guitarra; preguntadle a ella.
Llego a la conclusión de que atraes a la gente creativa... (o la potencias en quien ya la tiene).
ResponderEliminarBesotes¡¡¡