viernes, 27 de marzo de 2009

COMO EL TRES POR UNO


¿Verdad que a veces sentimos que nuestro cerebro tiene diferentes planos, que podemos pensar en dos o más cosas a la vez, y a la par estar pensando en que somos conscientes de que pensamos y repensamos? (bueno, vale, al menos las chicas). Los neurólgos, estudiosos y curiosos le encontrarán mil razones y argumentos a tan ingenua afirmación mía. Luego, por otro lado, estarán, para darle otro color al asunto, los que sintonizan un poco más conmigo, aquéllos que hablan de planos de consciencia, subconsciencia y ultraconsciencia; los que sostienen nuestra capacidad de conectar con los que están lejos, los que justifican que podamos adivinar lo que ocurrirá o ver, como si de una película se tratase, lo que ocurrió, y no en nuestra presencia. Ellos entenderían por qué a veces tenemos la sensacion de no estar solos, de ir acompañados por energías que nos sostienen y susurran cosas al oído.

Pero de todos modos, éste no quisiera que fuese mi tema. En lo que me he parado a pensar hoy (¡uf!, ¡mira que da para mucho una cola!) es en cómo también tenemos planos de corazón. Este corazoncito que late tranquilo, parece estar formado por capas de sentimientos que coexisten a la par sin mezclarse. Y así, en este preciso momento, puedo estar sintiendo una nostalgia y una soledad que me inunda de felicidad, de saberme conmigo misma de nuevo, como hacía mucho que no estaba, por andar más ocupada en elementos externos, ocupaciones laborales y males ajenos. Y andar queriendo amar y ser amada, y temer amar y ser amada, y no necesitar de amor ni de ser amada; y ¡ser feliz por ello!...

...Y otra capa del mismo corazón se ilumina y alegra de que a pesar de todo siga brotando la ñoñería que tanto me caracteriza, la que me permite creer en cuentos de hadas y reproducir mi vida como uno de esos guiones entrañables del Hollywood de los cuarenta.

Sin embargo, continuo siendo la loba y el dragón, la fiera con carácter que se enfrentará fríamente a quién toque su manada, sin temblarle el pulso. Y no, no creo que sean facetas de nuestra personalidad, sostengo firmemente que son sentimientos coexistentes que conviene saber llevar y equilibrar.

Ayer contemplé dos escenas singulares que lo demuestran: una pareja joven viajaba en un coche tuneado, pasaron ante mi casa, dando gritos él. De repente, se paran. Intenta sacar, a la fuerza, a la chica del coche. Ella llora y da muestras de asfixia, él se asusta y se preocupa, llama por teléfono a una ambulancia, ella reaccciona con calma, le insulta y le golpea. Él se enfurece, le grita y responde al golpe con un latigazo de su rebeca. En cuestión de segundos, afloraron la violencia, el engaño, la venganza, la culpa, el odio, la desesperación,... que los une en los momentos de guerra. En los de paz, ya brotarán la pasión, la generosidad, las promesas y el chantaje (que en tamaño ensalada de sentimientos no creo que sean sus ingredientes el amor y el diálogo).

Algo parecido ocurrió también con dos amigas entradas en años que discutían en la cola del supermercado a causa de dinero y de una tercera.

No sé, creo que no existe ni bondad ni maldad, más bien circunstancias y cúmulos o planos de sentimientos que rotan y se superponen en nuestros corazones como las clavijas de un viejo reloj de campanario, dando lugar a uno, otro, y otro...

Pero, ¿si pudiéramos controlarlo? ¿Si lográramos manejarlo como también auguran para nuestra mente? ¿No habéis oído eso de que con mayor capacidad podríamos mover objetos y superar los límites de la materia, del tiempo y del espacio? Pues, ¿si llevásemos ese mismo asunto al terreno del corazón y fuésemos capaz de conocernos y reconocernos en profundidad, de saber cómo vamos reaccionar, de dominar nuestros peores impulsos y reconvertirlos, y no temer darnos a conocer tal como somos, y no evitar amar, sin miedo ni condiciones?... ¿a qué niveles llegaríamos? ¿tendría límites nuestra humanidad? Quizá no, quizá sea por aquí por donde debemos buscar el camino de la perfección.

¡Toma improvisación!, menos mal que se me ha terminado la cuerda. T. A.

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