miércoles, 10 de junio de 2009

EL CUARTO PODER


Quinto poder es la última ocurrencia televisiva de la cadena telecinco. Es un concurso que consiste en presentar por internet un video de un minuto de duración, un curriculum y, a partir de ese momento, ser objeto de las votaciones y comentarios de los visitantes de la página. Más adelante, unas cuantas pruebas de cámara y alguna que otra entrevista, para terminar "convirtiéndote en un Quico Hernández o una Carmele Marchante"- cita de ese tal Jorge no sé qué con gafas, que me recuerda tanto a las alcahuetas aburridas de mi pueblo, que salen a la puerta de sus casas, bata descolorida sobre la ropa y manos cruzadas sobre la panza, para interrogarte acerca de tu vida sexual y amorosa, dado que ellas de esos temas solo oyeron hablar alguna vez, en plan leyenda urbana. Aparecerán muchos candidatos para este nuevo concurso, ¡están apareciendo!, porque la televisión tiene su gancho y esa peligrosa capacidad de atracción y convicción que le ha otorgado el nombre de caja boba, no por ella misma, sino por cómo se vuelven los que se sientan delante mucho tiempo y sin discriminar en sus elecciones.



Estos días puse a mis chicos una película en el aula (creo que ya se adivina, desde hace tiempo, que mi profesión es la de intentante de enseñantes): no descarto que desde una pantalla puedan proyectarse verdaderas obras de arte. La película escogida traía de serie todo el contenido pedagógico que quisieras. ¿Su título, dices?, Hotel Ruanda. Quien no la haya visto, sepa que narra la historia de un director de hotel, de la etnia hutu, en medio del conflicto ruandés que enfrenta a éstos con los tutsi. Paul, así se llama, que comienza queriendo proteger a su familia y vecinos, termina acogiendo más de un millar de personas refugiadas dentro de su hotel. ¿Qué pretendía con el visionado de este film? Trabajar y debatir, con chiquitines de 14 años, el conflicto interracial, las guerras civiles, el enfrentamiento entre iguales, la explotación occidental de África, las contradicciones esperpénticas de las fuerzas de la ONU, los intereses políticos y económicos que ocultan lo que no es de su conveniencia, la verdadera inteligencia, la emocional y práctica que, más allá de los estudios, te permite desenvolver en el mundo, y la influencia de la prensa en la conciencia de las gentes. Se le podía sacar meollo y a cualquier edad se puede invitar a reflexionar y manifestar, que mucho antes ya los están formando en el arte del consumo y otras tantas artimañas sin que a nadie le importe.



En Hotel Ruanda, lo primero que se oye, porque en un principio no existe plano alguno, es una emisora de radio revolviendo a las masas. Sus ideas son creídas y asimiladas de tal manera a lo largo de toda la película por las mentes robotizadas de los lugareños, que llega un momento en el que matan al presidente, o se cumple la orden de asesinar a todas las cucarachas tutsi. Si el locutor dice: id a por los peces gordos del hotel, porque ellos son la causa; se obedece. Si manda a exterminar a los niños para que no pueda darse una nueva generación, se cumple con ello. Si ordena bloquear el paso de un convoy de la ONU, van también a por la ONU. La voz del oscuro locutor, susurrante y monótona, cala dentro e hipnotiza.




Cuando comentamos, quién era el verdadero cabecilla de la matanza, mis chicos no señalaron al general que se dejaba sobornar, sino al empresario que vendía los machetes y al tipo de la radio. Reconocieron la influencia que los medios de comunicación ejercieron en esta matanza y comenzamos a debatir cómo influye en nosotros.




No existe lo que no está publicitado o no sale en la tele. Somos, pensamos y vestimos como nos marcan los medios de comunicación. Ejemplos, los que quieras: durante años las mujeres de Estados Unidos se han ido cambiando el corte de pelo acorde al que presentaba esta actriz que resulta ex- del Brad Pit y protagonizaba Friends, Jenifer Aliston, creo (retengo mejor nombres como Hugh Jackman, Ewan Mc Gregor, Jeremy Irons,... ¡qué ricos!). Durante meses, las niñas vistieron y vivieron como Rebeldes, a todo el mundo le inquieta la fiebre porcina que se ha cobrado un centenar de muertos, pero ni una de las personas que me lee sabría contestarme a ¿cuántos cientos de miles de muertos se han dado en la guerra del Congo y cuáles son sus causas? Mis chicos sí tienen esa respuesta, saben que se debe al coltán, y al beneficio económico que Francia ha visto en estas minas. El tema surgió a raíz de Hotel Ruanda, en demostración de que África no importa, es la maceta de hierbas que tenemos en el balcón, de la que cortamos lo que nos hace falta y dejamos de nuevo en su sitio a la espera de que sol y lluvia cuiden de ella.


Sé que Francia está gobernada por un presidente bajito, casado en segundas nupcias con una modelo que ya no puede usar tacón, tiene 40 años, eclipsa a Leticia Ortiz, está buenísima y ha posado desnuda. Que su primera mujer ha sacado un libro en que lo pone a parir, y todo esto lo sé por los telediarios. Pero, cuando ingenua de mí, he querido sentarme ante una pantalla para comprobar que el Congo también existe, me he terminado el almuerzo y hasta el café a la espera. Empiezo a sospechar que mis chicos creen que me inventé la guerra para impresionarles, porque si no sale en la tele no existe. Gracias a dios, ellos conviven en el aula con otros chicos africanos que les cuentan la odisea de cómo durante meses atravesaron África a pie para acudir al punto de encuentro desde donde salía su cayuco, cómo las chicas de su edad se pagaron el trayecto "consistiendo" relaciones sexuales, gracias a dios conviven con el testimonio de que África existe.


Leemos el periódico que comparte nuestra ideología política para no dejar de pensar como pensamos. Creemos al locutor que nos cae bien o es guapo, con más vehemencia que a nuestra pareja si llega con carmín en el cuello. Si nos dicen que Mc Donald usa gusanos criados en cautividad para sus hamburguesas de pollo, corremos al Burger King, si nos dicen que el verde pistacho pega con el rojo y que será la última moda, nos vestimos todos como la bandera portuguesa. ¿Recordáis la que montó Orson Wells por la radio cuando anunció una invasión extraterrestre para promocionar el libro de La guerra de los mundos? ¿o cómo ante la amenaza de una Guerra del Golfo, lejana y desconocida geográficamente por casi todos, a la gente le dio por comprar comida y llenar los bajos de la cama de azúcar, café y arroz que se agotaron en los supermercados y plagaron las casas de gorgojos? ¿Habéis visto cómo los chinos andan con mascarillas cada vez que salta una alarma?, yo sí, en la tele, la misma tele que anunció una plaga de medusas inmortales, no es broma, con la declaración de una prestigiosa bióloga y todo; pero sigue sin mencionar aquellas noticias humanas importantes, que no aportan ni morbo, ni audiencia, ni asco, pero pueden cambiar el curso de la historia de esas personas. Los medios de comunicación son el cuarto poder, quizás hasta un tercero o un segundo, tienen en sus manos las carreras profesionales de los primeros poderes. Lo saben, lo utilizan, nos utilizan y ¿qué queréis que os diga?, quién un día aspiró a ser utópicamente una periodista corresponsal, empieza a estar jarta (y que conste que soy consciente de que lo escribí con j), ala, buenos días y a pensar, pero solitos.

2 comentarios:

  1. Buena película, y muy valiente tú por atreverte a ponerla a tus chic@s. Claro que yo lo haría si pudiese (pero los míos son más pequeños).

    Abrazos, y a seguir en la brecha, no merece la pena jartarse.

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  2. mientras nos podamos jartar de chocolate... tu misión es la mas linda y mejor recompensada, tus enano se enamorarán de ti para siempre.

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