martes, 20 de octubre de 2009

ÁGORA/ AHORA

Solo el pensamiento puro puede acercarme a la verdad. Solo cuando esté libre de condicionamientos morales, sexuales o sociales, podré ver con claridad y esa luz me hará feliz.


No juego a ser filósofa ni aproximarme a la sin par Hiparia; reflexiono, busco una enseñanza en lo que me rodea y una respuesta por cada situación. Lo único que ocurre es que ésta ha venido de forma grata(cineeeee, ¡ummmmmm!). "¿Quién sabe si dentro de dos mil años alguien se preocupará por una persona que hoy pasa desapercibida y se maravillará del cómo estuvo tan cerca de lo verdadero?", se preguntó mi acompañante. Yo respondí: ojalá, y que se dé fuera de los medios de comunicación y de internet, porque últimamente los contemplo como las cucarachas judías y cristianas que Amenábar enfocó desde un plano acelerado de helicóptero, porque los juzgo como unos seres manipuladores que convierten en cierto lo que tocan, olvidando la capacidad de elección y de información cuasi pura, que su razón es todo menos eso, que su mensaje destruye y aliena. ¡Qué el tiempo quiera que una mente hoy juzgada como loca le gane la batalla a este medio de medios!

He salido de la película sintiéndome la cosa más diferente a esa mujer, creyendo estar en el otro extremo, con remordimiento pero sin culpa: la película es creación y pensamiento, ella fue creación y pensamiento. yo preciso del proceso creativo como del aire. Necesito probar a dibujar, escribir, leer y recrear, trabajar el barro, los alimentos,... si no pongo creatividad en mi trabajo, en la cama, en el habla, siento que no soy que no sé ser. Pero he convertido ese proceso en un suceso práctico y útil, a mi servicio y conveniencia, sin desarrollarlo ni mimarlo ni dedicarle el tiempo que requiere. No he tenido el valor de prescindir de otras facetas de mi vida para centrarme en lo que en el fondo es más que una vocación, es una intención. Ahora un nuevo trabajo y un nevo tiempo me lo ponen delante de las narices, me brindan la oportunidad, y me desafían a encontrar una excusa para no hacerlo, para dejar de experimentar con el hecho de ser fábrica de ilusiones sin un fin determinado, con la meta única de plasmar y hacer y crear y creer y crecer... ¿Y sabéis lo que digo? que asumo el reto. Esta vez no hay razón para no buscarlo. Sin considerar, como Hiparia que crear y aprender significa renunciar al amor de un hombre, no dejo de ser consciente de que no existe macho de la especie humana que me haya cruzado y que permita combinar ambas cosas. Demandantes de atenciones desproporcionadas y desprovistos de la pureza de pensamiento, no me acompañan en mi crecimiento ni respetan mi paso, pronto se convierte en aspiradoras de tiempo, acción, pensamiento y devoción. Si conocieras uno que no cumple con el perfil, notifícamelo, con discreción, para poder observar al pajarillo antes de que se dé cuenta y salga volando: Lo único que pretendo es reconocer que no es mito, que existe el hombre capaz de corregir la frasecita "detrás de todo gran hombre hay una gran mujer" por la de hemos sabido estar una al lado del otro reconociendo nuestras grandezas sin miedo a la sombra alargado de ninguno, sabiendo creer en soledad al contar de nuestra libre y por lo tanto firme compañía.

No sé si acabo de ser entendida porque no se alcanza a compartir mis pensamientos, o resulto ininteligible. Hoy, en una conversación con alguien que conozco que pudiera servir de ejemplo, me dijo que se había encontrado con un conocido común. Él iba con su novia, mi amigo también, ésa fue la razón que me dio para justificar el no haberse detenido a saludarlo y charla y comentar lo que fuera. Lo que más extrañeza me causó es que lo dijera con la naturalidad de considerarlo normal, y no te digo lo que he rumiado yo el asunto... una pareja exige no poder hablar o compartir con otros, crear un círculo mágico y energético en el que no se adentrarán otros sin temor electrocutarse. Es tan extraño vivir a tu lado sin tener que desvivirme y vivir por ti. Echadme una mano, por favor...

Divago, entremezclo y celebro que mis pensamientos se retuerzan y combinen para dar como fruto estas líneas espontáneas. Disfruto, solo eso, disfruto y sin prometerme nada doy un paso hasta el futuro más inmediato, un futuro presencial que se torna, desde este instante pasado, y quiere que sonría por el hecho de adoptar una decisión libre, cercana a la verdad de que solo cuando me encuentro pura y sin condición me siento feliz conmigo y con todo lo demás. Con la convicción de que mi vida ha de convertirse en el constante aprendizaje de mí mismas, sabiendo aprender de los otros, pero sin asumir sus lecciones como propias. Aceptando que al de en frente habré de aceptarlo, pero sin dejar de ser fiel a mí misma, que los creyentes conversos no son más que hipócritas moméntaneos aferrados con miedo a una necesidad.

domingo, 18 de octubre de 2009

ÚLTIMA VOLUNTAD

Mi madrina es un ser mágico, una mujer de 74 años que tuvo que ser hospitalizada hace diez años, por pasarse bailando en un concierto en la playa de Los Cristianos. ¡No podéis ni imaginaros la bronca que nos echó el hijo a ambas! En su adolescencia tuvo que abandonar un sueño de amor que marcó su vida. En el presente intenta hacer de su vida lo que le da la gana y me arrastra a mí en ese intento. Me siento muy afortunada. Hubo un día en el que quise cerrar un período amargo de su vida escribiendo en el nombre de otro la carta que deseó recibir toda su vida. Hoy, en días en que la muerte ha estado tan cerca, la rescato. Besos.



Desde mi lecho, 21 de marzo de 2000
Mi buen amigo:
Los días pasan muy a prisa. Ya comienzo a sentir ese miedo que te congela el alma, pero no te confundas. No temo lo que ha de venir, sino la marcha imprevista que me impida cumplir mis deseos. Es curioso como justo al final de nuestra vida, cuando el reloj de arena va cuesta abajo, nos entran unas ganas irrefrenables de hacer y decir lo que nunca fuimos capaces, aún sabiendo que el tiempo ya venció a la oportunidad, y que la lógica no entiende el porqué ahora. Pero no puedo irme incompleto y transformarme en un fantasma que arrastre su tristeza por las estaciones. Necesito terminar lo que el destino escribió, y ansío que seas, precisamente tú, el que cumpla con mi misión, ahora que siento que yo no puedo.
Mi joven amigo, no te será difícil, la conoces como si fuese la mujer de tus sueños, porque te la he retratado en cada una de mis cartas y ha llegado a ti empujada por mis cientos de suspiros. Así que, ve y dile.
Hazle saber que la sentía tan cerca y tan dentro de mí que cualquiera habría podido decir que éramos un sólo alma y un sólo ser, que la adoraba. Cuando aquellos ojitos azules desaparecían tras el brillo de su sonrisa, creía perder la razón. La apretujaba contra mi pecho y contenía mis impulsos, porque, en ese momento, si los principios de uno no se lo impidiesen, me la habría comido a besos. Dile que la amé por hermosa, alegre, valiente, esbelta, espontánea, inteligente, sincera; por ser más mujer de lo que un hombre hubiera imaginado jamás.
¡Ay, mi dulce María! Dile que únicamente se llevaron a Venezuela sus tiernos quince años, porque su padre así lo quiso, porque el destino lo quiso, pero el resto aquí quedó, nunca abandonó mi corazón ni dejó de ser mi amada niña. Poco más que su presencia es lo que me arrebataron ¡Y ya entonces la veneraba!, a pesar de sus coletas y sus pechos recién nacidos. La reconocía como la mujer que el cielo había escogido para mí, pero su juventud y su familia se oponían al amor. Parecíamos una de esas malas historias del cine de a peseta que siempre cortaba la escena del beso.
¡Ay, ay, ay mi pequeña rebelde! Se marchó en un mercante ilegal, con muchos otros, empapada en llanto. Para ambos fue un duro golpe. Supe de ella por cartas y alguna que otra postal. Me contaba su amistad con negrotes guapos y salseros, sobre las pretensiones que un ventero le estaba haciendo, y acerca de los planes de su padre; las cosas no le iban mal y pensaba abrir una fábrica. Parecía estar bien, mientras hablase de lo nuevo, de ese lugar que estaba descubriendo, pero, después sus letras se emborronaban por las lágrimas. Si recordaba su tierra, sus cartas, de repente, se abreviaban y terminaban con la brusquedad de quien siente demasiado el dolor como para seguir escribiendo, y se despedía con la dulce promesa de que volvería. Dile que pasaron los años, pero no mis ganas.
Sus ansias de volver no cesaban. Pronto supo que lo haría, a su padre le sobraba el dinero y ella no se achicaría al pedirle el fruto de sus sacrificios y trabajos. No resultó. Esperó a su mayoría, a que fuese toda mujer. Debía ser ella la que volviese porque dos amores la llamaban, yo y su tierra. Tampoco entonces pudo. La vida, traicionera, nos jugó una mala pasada. Su viejo falleció. Intentó el regreso tiempo después, pero su madre se había transformado una anciana prematura, triste y enferma, sintió que la necesitaba. Sus cartas nunca faltaron, en todas ellas solía preguntar “¿te acordarás de mí?” ¡que podía responderle yo! Sí, por ti revivo, sólo por ti, María, recorro los caminos, guardo en el corazón los atardeceres, memorizo tus cartas, abrazo tu retrato,...Entonces, era yo el que interrumpía nuestras cartas para que no pudiese notar que también un hombre puede llorar.
No volvió. Porque fui un cobarde, porque no tuve el valor suficiente y no me encaminé hacia el otro lado del mundo, para darle una bofetada primero, por estúpida, y para pedirle que me dejase ser su esclavo por el resto de sus días, después. Yo la perdí. Sucedió lo que era de esperar. El ventero ganó la partida, se casaron y tuvieron un hijo. Yo no pude imitarla, no supe mirar a otra mujer y preferí ser tío, y tío-abuelo. No te creas, tiene sus ventajas.
Cumpliré mi promesa, ¡tú lo harás por mí! Me dejaré caer sobre la cama rodeada de todo lo que su amor me trajo, respiraré el aroma de sus cartas, me dormiré, besando sus letras, relajado y sonriente, porque tú, mi buen amigo, le llevarás este último mensaje de amor más allá de los mares. Dile que la quiero, que voy en su encuentro, pues el nuevo mundo que me acoge no conoce de límites espaciales ni temporales y que por fin estaré con ella para siempre, a su lado, acariciando su sombra y abrazado a su alma.

lunes, 14 de septiembre de 2009

SENDEROS


En un momento dado, insospechado, impredecible, inesperado, sorpresivo, inoportuno,... el camino se dividió en varios senderos. Me llamó la atención que el camino acostumbrado y concurrido se tornaba lleno de baches, piedras y espinas. A pesar de que no fuese la primera vez que me enfrentaba a un camino muy dificultoso, no me apeteció ni lo más mínimo continuar por él; había decidido que mi destino fuese otro. ¡Yo quería un camino luminoso amplio y colorido! Clamé al cielo y lo pedí con alegría y fuerza, también con esperanza, y más tarde lo seguí pidiendo con la desesperación que el cansancio causa. Y poco a poco, iba cayendo en la terrible angustia de no entender por qué el cielo no me respondía. No terminó de aparecer un camino que comprendí que era de cristal, de un cristal tan frágil y transparente que se me aparecía como invisible.

Luego descubrí los otros senderos. El primero extraño e incierto, no me acababa de convencer. Sabía, en el fondo, que adoptarlo no supondría más que una respuesta a mi necesidad. Luego estaba el otro, misterioso y bien distinto a todo lo que había conocido hasta ahora. Ni siquiera podía estar segura de si debía cogerlo. Tampoco buscaba un camino excesivamente simple, sin en el andar no aprendo y disfruto del aprendizaje, para qué caminar. El camino tenía un lado de engañoso, otro tanto de indefinido, pensé que... pudiera ser fruto de mis miedos, de creer que no sabría recorrerlo con éxito y de separarme de lo que siempre fue mi sendero natural, pero por otro lado, me intrigaba saber por qué por mucho que me alejara del camino siempre volvía a plantarse ante mis narices. Así que tomé aire y me decidí, algo me aguarda aquí y debo proseguir, lo haré despacio, pero no le daré la espalda.

Metáfora de un caminante

jueves, 20 de agosto de 2009

NUNCA SONÓ TANTO A UN DIARIO


¿Por dónde empezar? Quizás por esa misma idea, compartida por Miguel Ángel y por Omaira, bien distintos los dos, pero hay que ver cómo han venido a coincidir: estoy en el aire, soy inestable. Tienen toda la razón, he descubierto estos días que lo soy, de forma voluntaria, pero ya que considero que es debido a razones nada positivas, prefiero dejar de serlo.

Mi inestabilidad es a causa de mis esfuerzos en el pasado, como si quisiera vivir lo que no tuve. Eso es rebelarme, significa no haberme reconciliado con mi vida anterior y seguir atada a ella, aunque sea para rechazarla. Sé que tendré que recular mucho trecho y reconciliarme con mi nacimiento y nacer del todo, reconciliarme con mi infancia, mis padres, mi adolescencia y mi primera relación, pero es una tarea precisa, a la que nadie me empuja, deseo hacerlo yo, por mí, de corazón.

Entonces estaré preparada para amar, para no andar creyendo la paparruchada esa de que no merezco a alguien a mi lado, o quién va a cargar con mi pasado... ¡coño!, ¡niña!, que lo que debes brindar es tu presente y una posibilidad de futuro...

Deseo la estabilidad. No hay prisa. Lo más importante es haber comenzado el camino y conocer el destino final. Será un alivio hasta para el universo, que dejará de preguntarse: pero, en realidad, chica, ¿tú qué es lo que quieres?

Quiero paz y tranquilidad; un tiempo sin sobresaltos, para mirar el día a día, nuevo y mágico de igual forma. Quiero profundizar en mí, en el ti que ya conozco y en ese tú venidero que aún no se ha presentado sin dejar de atender también al ello. Quiero ser sin miedo, mostrando lo bonito y lo que resulta un pelín menos.

Quiero fuerza y valor y un tiempo de reposo vital con vida, sin pruebas ni sobre esfuerzos ni retos, que no hay nada que demostrar, y necesito espacio y pausa para que se agarre a la tierra la semillita de lo que hoy siembro. Los huracanes, dejámelos para cuando esté más crecidita. Mejor, no me los mandes.

Estabilidad es una preciosa palabra, no hay por que temerla. Evoca la paz del vacío interior, repleto de colores, y la sonrisa suave que reflejan ojos y piel. Te empuja a mirar arriba y respirar hondo. La estabilidad interna y externa son algo más que dones. La primera es bastante difícil de conseguir y no cabe duda de que la segunda debiera ser fruto de la primera...¿por dónde comenzar para conseguir la mía? Está claro que por...
No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
Mario Benedetti , No te rindas

domingo, 9 de agosto de 2009

PERSONAJES VII

Don Jaime Chávez





No recuerdo haber estado nunca en un hospital, sin embargo permanecí en uno mucho tiempo. Corrían días duros y de mucha inseguridad, me solía decir mi madre: - No sabía si vivirías o morirías y, mientras, en la calle, todos hablaban de revueltas, golpes de Estado y guerra civil , ante la muerte del dictador. Y es que lo del don de la oportunidad es cosa mía. Sólo a mí se me ocurre venir al mundo sin señal cardíaca y cerebral, con veinte días de retraso y dando a entender que estoy muerta (para mí que andaba meditando), dando lugar a que se me sacara a lo bestia, con fórceps, para salvar la vida en peligro de mi madre, provocándome un desprendimiento de cadera, lesiones cerebrales y dañando estómago e intestinos. Fueron meses duros, para mi madre. Yo la verdad, que como no me someta a una regresión o algo similar, no soy consciente de ese primer año de mi vida.


Por aquel entonces, don Jaime Chávez era el director del hospitalito en Santa Cruz. Lo recuerdo como a un hombre flaco y canoso, de gafas, bata blanca y camisas a cuadros, que tenía su consulta en un segundo piso. Es obvio, que superada una prueba por la que nadie apostaba, y resultando que ni invalidez cerebral ni locomotriz para asombro de todos, mis visitas al médico fueron constantes y mi madre, muy inteligente, conservó como pediatra a uno de los partícipes del milagro (que algo también tuvimos que ver mi madre y yo, para empezar, en la resolución del asuntillo).


Su despacho estaba tras la puerta de madera, al fondo a la izquierda. Frente a la puerta de entrada, otra puerta mitad madera, mitad cristal ocre y ahumado, resultaba ser la puerta del misterio, la puerta por la que salía de vez en cuando una enfermera de bata y delantal, de pelo rizado y un culo enorme. Justo en la entrada, la sala de espera, sosa muy sosa: paredes blancas, dos revisteros, uno para adultos, otro para niños, y muchas de esas sillas de cuero y madera con tachones grandes a los lados que recuerdan un poco a la Edad Media o el Imperio romano, de ésas que se pusieron de moda en todos los apartamentos del sur hasta bien entrados los noventa. ¡Me encantan esas sillas! Eso era todo lo que incluía la sala de citas. Por aquel entonces, la didáctica y la pedagogía no habían llegado a las consultas de pediatría. Las esperas consistían en sentarte quietecita y callada, limitándote con un poco de suerte, a balancear las piernas y contemplar a otros que eran comparados contigo, porque gritaban, corrían, no se estaban quietos y terminaban alcanzando una torta de las de antes, de las de "como Dios manda". Quien contemplase aquella sala no diría nada bueno de don Jaime y, por juzgar solo la superficie, se equivocaría.


Cuando la enfermera pronunciaba tu nombre, pasabas a otro mundo bien distinto. Un despacho oscuro de gruesas cortinas y un único punto de luz y blancura en la esquina del fondo, con la camilla, las placas, los cachibaches y el biombo. Al lado, enormes librerías y muchos libros, en el centro, su mesa, todavía más medieval y romana, con juego de escritorio, lamparilla, elefantes, muchos papeles y lo que más me gustaba de todo el despacho, una figurita de piedra que representaba a tres monos cachondos, el que se tapa los ojos, el que tapa los oídos y el de la boca. No hizo falta que nadie me explicase qué significaba, gané la interpretación con los años. De resto, nada más en el despacho, salvo el mueble mágico, el que estaba junto a la ventana.


La cita empezaba siempre con un saludo diferente para ambas y muchas preguntas a mi madre; yo desconectaba, sabía que era el momento de comprobar si ya no devolvía y me comía el hígado. Luego tocaba ir al sector biombo y someterte a cosas frías que te recorrían el pecho y la espalda y te mandaban a respirar, palitos hasta la garganta, cosas por los oídos, peso en una balanza y toma de notas; eso sí, con las piernecitas aliviadas y liberadas. Luego llegaba lo mío, lo propio, examinar las últimas pruebas realizadas en el hospitalito, llamar a la enfermera, meterme los pies en aquel aparato tan doloroso y regalarme el caramelo mágico. Tenía truco el caramelo. Era grande y rojo, te lo metías entero en la boca y cerrabas los ojos, no podías dejar de moverlo de un lado a otro, por orden del médico. En ese momento, casi no notabas el plástico que te oprimía los brazos o las agujas que entraban por ambos. Se te hacía más corto el tiempo que permanecías así, reclinada sobre la larguísima camilla. Cuando terminaba, el comentario solía ser casi el mismo: - Con que haciendo honor a su nombre señorita, Doña Rita, Rita, Rita, la santita de los imposibles, la que lo que da no se quita, y tú has decidido quitarme a mí la paciencia antes de irte para ningún lado. Quien iba a decir que esta gallinita nos iba a salir para adelante. Entonces me aseguraba estar muy orgulloso de mí y de lo bien que me había portado, y de que estuviese haciendo caso en todo (lo más duro el hígado y las espinacas, lo más sencillo los ejercicios en la piscina). Entonces.... ¡cha, cha,chán! iba al mueble mágico que escondía de todo, y sacaba un pitufo, una figura de plástico que darme, y nunca repetida. -"Hoy te mereces al pitufo fortachón", otro día era merecedora de pitufina o de una casita, o de pitufo poeta, que conservo y llevo conmigo a todas partes, y me desordenaba el pelo, que ya de por sí lo llevaba revuelto y me daba un beso en la frente y me preguntaba por mis planes de futuro, porque alguien que se aferraba tanto a la vida algún plan tenía, y yo le contestaba ser como usted (pasé de lesión cerebral a cierta precocidad), él sonreía, pero de verdad. Don Jaime estuvo en mi vida cada diez días durante diez años. Para entonces habían remitido asma y alergia, mi cabeza andaba como ahora (algún fallo había de tener), mis piernas eran fuertes y firmes, mi estómago aguantaba de todo. Nos separamos. No lo vi más. Lo evocaba constantemente. Falleció años después, no lo supe a tiempo, lo lloré más que a mi propio abuelo. Hoy todavía lo evoco. T. A.

sábado, 8 de agosto de 2009

UN VIAJE MÁS ALLÁ DE LOS KILÓMETROS

http://www.youtube.com/watch?v=03PclNHzOK8





Anoche rescaté El Diario de una motocicleta. Quizás porque debían ser las tres de la mañana, quizás porque el día había sido largo e intenso, me resultó más lenta. Para quien no conozca esta película (un gran error) cuenta o está basada en el viaje por toda América, la América de verdad, que emprenden Ernesto che Guevara y un amigo. Uno de esos viajes que posiblemente motivaron los cambios de su vida. Como siempre, me gustó encontrar una similitud con uno de los Grandes: los antecedentes asmáticos de ambos y que, en mi caso, se convertirá en el único argumento legal posible para evitar que me pongan esa jodida vacuna anti-gripe porcina, llegado el caso y el momento.




He viajado en mi vida, no todo lo que me gustaría y ni sombra de lo que viajaré. He tenido mis viajes interiores y a las estrellas, los imaginados y otros tipos muy gratificantes. Por supuesto, también he salido puertas afuera de mi mente, por trabajo, con la familia, con los amigos, y cada uno de esos viajes me aportó recuerdos, fotos y risas, pero viajes como los de Ernesto, viajes que marquen y cambien tu vida....¡pues sí! dos y muy importantes.




Tenía veinte años cuando me enamoré platónicamente de un profesor de universidad que desayunaba dos cervezas con un sandwich mixto, estaba flaco, llevaba los vaqueros campana por los tobillos y camisetas con mensajes provocativos. Su nombre, ¡también se llama Carmelo! Él me regaló mi primer libro de Rigoberta Menchú, el de Así me nació la conciencia, en una edición que, a fuerza de ir conmigo a la playa y a saber donde, terminó hecho polvo y tuvo que ser reemplazado, que no rechazado. Todo lo que decía Carmelo, como es lógico, iba a misa. Ése mismo verano, casi por iniciativa de él, llega a la universidad información de vacaciones solidarias. Un grupo de salesianos organizaba un campamento para construir una escuela y ejercer de profesores en una comunidad peruana (ése al menos fue el destino que a mí me llamó la atención). Sin haber puesto hasta entonces un pie fuera de España, me embarqué, y por algún capricho del cielo, pasé la entrevista, las vacunas y las reuniones disuasorias. De aquí iba otro chico, Jairo, polo de color rosa y pantalón blanco fue mi primera prejuiciosa impresión. Desde la península otros cuatro, entre ellas mi adorada Cristina (capítulo aparte). Nadie me dijo que terminaría en la Amazonía, que si bien no era selva cerrada, la tenía como patio de casa. Nadie me dijo que la selva es de color rojo más que verde, que no hay fieras salvajes, sino pájaros ruidosos y monos y serpientes hasta jorobar. Nadie me dijo que las pirañas no muerden, atienden solo al olor o calor de la sangre y que puedes bañarte entre ellas, o que iba a llorar durante dos semanas: la de llegada y la de partida. No llevé cámara de fotos, ni música, ni chicles ni siquiera compresas, indicaciones de los misioneros acerca de cómo actuar entre los indígenas. Eran hablantes de español, pero tenían claro cuáles eran los errores de un mundo "civilizado" y cosas como ésas podían causar mi repudio, sobre todo si se me ocurría maquillarme o usar pantalón; lo que no entiendo es a quién se le ocurriría maquillarse allí. No lleve "avances" pero traje sabiduría y un suéter tejido a mano que todavía conservo, y ya son años. Aprendí a distinguir y comprender el rol femenino del masculino, a conocer la Biblia como un documento de estrategia, hasta bélica, que Dios existe, al menos por esos andurriales, a trabajar de sol a sol, a comer lo que se tercie, pero comer bien sabroso y sin pasar hambre. Gocé de mi primer yacuzzi, un baño de piedra, calentito y rico que habían construido. Di con los seres más maravillosos que pueden encontrarse, con personas que merecen un capítulo aparte, que la palabra raza debiera excluirse del vocabulario, y si bien a la vuelta era un ser inadaptado, que rechazaba este mundo y no sabía poner el huevo, más adelante supe cómo aprovechar las enseñanzas absorvidas y comencé a ser este yo y a buscar qués y porqués.




Años después, en lo que más verde andaba, amor, amar, ser amada, recibí mi lección. Me enfrasqué en un viaje típico con mi pareja: una gira de conciertos, actos y playas con sede en Cataluña. El viaje comenzó así, terminó con mis huesos en una casa ocupa, curando una ETS, improvisando una ruta mochilera con tres chicos y no sé qué más cosas no desveladas a día de hoy a mi madre. Me tocó aprender mucho en aquellos días, lo mejor, que era valiente, tenía coraje, era capaz de moverme por mí misma, era independiente, no precisaba de nadie para buscar la felicidad y era cojonudamente divertida. Terminé el viaje con una ruptura sentimental, dando consuelo al ex-, al que no vi sino en el vuelo de vuelta, haciendo amigos que merecen la pena y con la autoestima reestructuradita que daba gusto.




De ambos viajes guardo diarios, es más de casi todos guardo mis diarios, ¡exacto!, igualitico que el Ernesto. Quién sabe, tal vez un día te los dé a leer. A mí me gusta volver a ellos casi como un oráculo, y abrirlos por una página al azar, y encontrar una respuesta propia a una inquietud actual.




Lo único que ahora sucede es que cualquier viaje no es lo mismo, cada desplazamiento mío debe convertirse en algo más que un traslado kilométrico y, si bien me encantan los que simplemente te permiten disfrutar y desconectar, preciso de los que te crecen, de los que llenan y cambian el rumbo de tus vidas.




¿Queréis comprobarlo? Esta peli puede resultar un buen ejemplo, antes de pasar, de nuevo, a la práctica. Yo me quedaría con dos fragmentos: el que os pego, un hombre que, no es solo el río lo que está atravesando. Corta el día de su cumpleaños con todo lo anterior y se mete en el agua. Está oscura, no tiene ni un camino ni orientación clara, pero el conoce la meta, no hay problema, y no teme, ni al asma ni al cansancio ni a los animales, no teme y vence. El otro, el de una pareja de indígenas peruanos con los que se cruzan de camino a unas minas, y que fruto del caciquismo y la explotación andan buscando trabajo a riesgo de sus vidas: "Bendito tú, que no viajas en busca de pan, bendito seas"

miércoles, 5 de agosto de 2009

TRISTE NOTICIA



FALLECE VICENTE FERRER



Nueva Delhi (EFE).- El cooperante catalán Vicente Ferrer falleció a la 1:15 de esta madrugada (hora peninsular en España) en su domicilio en Anantapur (India), a causa de un agravamiento de los problemas respiratorios y cardiacos que venía sufriendo en los últimos meses.



"Dar dinero a los pobres consuela a los ricos"11/05/1999: "India me enseñó el placer de dar"04/05/2000: "La noción de las castas está tan metida en la psique india que no desaparecerá nunca" 22/05/2002: "A Dios se llega con acción, no con libros"11/01/2009: El infinito universo de Ferrer. Entrevista: "Yo vine a la India para convertirme"

El cooperante, de 89 años, ingresó el 19 de marzo en el hospital de Anantapur y, tras ser trasladado a Vellore, fue dado de alta el 25 de abril para seguir la recuperación en su domicilio, donde sin embargo en los últimos días su estado de salud había empeorado. La Fundación Vicente Ferrer cuenta en España con más de 155.000 colaboradores. Ferrer alumbró y lideró una organización homónima con fuerte carácter humanista que ha beneficiado a 2,5 millones de personas del distrito de Anantapur, una de las zonas más pobres, con más de cuatro millones de habitantes. Nacido en Barcelona el 9 de abril de 1920, Ferrer pasó su infancia entre la ciudad condal y Gandia. En Mumbai puso en funcionamiento diferentes procedimientos de organización entre pequeñas cooperativas para abastecer de agua a la comunidad y fomentar los cultivos, construir un hospital y escuelas para casi un millar de personas. Los dirigentes del país le miraban con recelo porque chocaba con sus intereses,
y recibió una orden de expulsión en 1968, dándole 30 días para abandonar el país. Esta decisión generó diferentes movimientos sociales y políticos que desembocaron en el anuncio de Indira Gandhi, primera ministra del país, de que el padre Ferrer podría volver en un corto espacio de tiempo después de su expulsión. A su regreso, junto a seis voluntarios, decidió instalarse en una de las regiones más pobres y áridas del país: Anantapur, donde la escasez de agua, la desertización y la falta de educación eran alarmantes. En 1996 creó la Fundación Vicente Ferrer para asegurar la continuidad económica del proyecto, que hoy cuenta con más de 155.000 colaboradores en España. Su campo de actuación en Anantapur se mueve en los ámbitos de sanidad, vivienda, educación, personas con discapacidad, mujer y ecología.

Ésta noticia pertenece al 19 de junio. No la vi en la tele, ni telediarios ni especiales. Hoy vuelve a mi memoria pues entró en mi correo un bonito homenaje a un hombre bueno y grande, que no se fue ni se irá de este mundo, porque la semilla de los varios de millones de personas a las que les cambió la vida, seguirá creciendo. De quien sí sé mucho es de Michael Jackson, no tengo nada contra el "rey del pop", pero me tiene saciada su familia, su fantasma y sus discos, que durante años permanecieron en silencio, y ahora... Solo con los derechos de autor de estos días han pagado sus deudas, pero ¿y la deuda moral que este bendito planeta y su Humanidad tiene contaída con Vicente? ¡Su obra personal, sus libros, sus declaraciones, su ejemplo , sus apadrinamientos!,... por favor potenciemos éstos que, al fin y al cabo, los derechos de autor de su labor repercuten en calidad humana.

Egoístamente, una cosa más, siento tu muerte, maestro, por mí, porque la India que conozca no tendrá ni tu voz ni tus ojos, ni podré caminar contigo y crecer entre tus Intocables.