sábado, 8 de agosto de 2009

UN VIAJE MÁS ALLÁ DE LOS KILÓMETROS

http://www.youtube.com/watch?v=03PclNHzOK8





Anoche rescaté El Diario de una motocicleta. Quizás porque debían ser las tres de la mañana, quizás porque el día había sido largo e intenso, me resultó más lenta. Para quien no conozca esta película (un gran error) cuenta o está basada en el viaje por toda América, la América de verdad, que emprenden Ernesto che Guevara y un amigo. Uno de esos viajes que posiblemente motivaron los cambios de su vida. Como siempre, me gustó encontrar una similitud con uno de los Grandes: los antecedentes asmáticos de ambos y que, en mi caso, se convertirá en el único argumento legal posible para evitar que me pongan esa jodida vacuna anti-gripe porcina, llegado el caso y el momento.




He viajado en mi vida, no todo lo que me gustaría y ni sombra de lo que viajaré. He tenido mis viajes interiores y a las estrellas, los imaginados y otros tipos muy gratificantes. Por supuesto, también he salido puertas afuera de mi mente, por trabajo, con la familia, con los amigos, y cada uno de esos viajes me aportó recuerdos, fotos y risas, pero viajes como los de Ernesto, viajes que marquen y cambien tu vida....¡pues sí! dos y muy importantes.




Tenía veinte años cuando me enamoré platónicamente de un profesor de universidad que desayunaba dos cervezas con un sandwich mixto, estaba flaco, llevaba los vaqueros campana por los tobillos y camisetas con mensajes provocativos. Su nombre, ¡también se llama Carmelo! Él me regaló mi primer libro de Rigoberta Menchú, el de Así me nació la conciencia, en una edición que, a fuerza de ir conmigo a la playa y a saber donde, terminó hecho polvo y tuvo que ser reemplazado, que no rechazado. Todo lo que decía Carmelo, como es lógico, iba a misa. Ése mismo verano, casi por iniciativa de él, llega a la universidad información de vacaciones solidarias. Un grupo de salesianos organizaba un campamento para construir una escuela y ejercer de profesores en una comunidad peruana (ése al menos fue el destino que a mí me llamó la atención). Sin haber puesto hasta entonces un pie fuera de España, me embarqué, y por algún capricho del cielo, pasé la entrevista, las vacunas y las reuniones disuasorias. De aquí iba otro chico, Jairo, polo de color rosa y pantalón blanco fue mi primera prejuiciosa impresión. Desde la península otros cuatro, entre ellas mi adorada Cristina (capítulo aparte). Nadie me dijo que terminaría en la Amazonía, que si bien no era selva cerrada, la tenía como patio de casa. Nadie me dijo que la selva es de color rojo más que verde, que no hay fieras salvajes, sino pájaros ruidosos y monos y serpientes hasta jorobar. Nadie me dijo que las pirañas no muerden, atienden solo al olor o calor de la sangre y que puedes bañarte entre ellas, o que iba a llorar durante dos semanas: la de llegada y la de partida. No llevé cámara de fotos, ni música, ni chicles ni siquiera compresas, indicaciones de los misioneros acerca de cómo actuar entre los indígenas. Eran hablantes de español, pero tenían claro cuáles eran los errores de un mundo "civilizado" y cosas como ésas podían causar mi repudio, sobre todo si se me ocurría maquillarme o usar pantalón; lo que no entiendo es a quién se le ocurriría maquillarse allí. No lleve "avances" pero traje sabiduría y un suéter tejido a mano que todavía conservo, y ya son años. Aprendí a distinguir y comprender el rol femenino del masculino, a conocer la Biblia como un documento de estrategia, hasta bélica, que Dios existe, al menos por esos andurriales, a trabajar de sol a sol, a comer lo que se tercie, pero comer bien sabroso y sin pasar hambre. Gocé de mi primer yacuzzi, un baño de piedra, calentito y rico que habían construido. Di con los seres más maravillosos que pueden encontrarse, con personas que merecen un capítulo aparte, que la palabra raza debiera excluirse del vocabulario, y si bien a la vuelta era un ser inadaptado, que rechazaba este mundo y no sabía poner el huevo, más adelante supe cómo aprovechar las enseñanzas absorvidas y comencé a ser este yo y a buscar qués y porqués.




Años después, en lo que más verde andaba, amor, amar, ser amada, recibí mi lección. Me enfrasqué en un viaje típico con mi pareja: una gira de conciertos, actos y playas con sede en Cataluña. El viaje comenzó así, terminó con mis huesos en una casa ocupa, curando una ETS, improvisando una ruta mochilera con tres chicos y no sé qué más cosas no desveladas a día de hoy a mi madre. Me tocó aprender mucho en aquellos días, lo mejor, que era valiente, tenía coraje, era capaz de moverme por mí misma, era independiente, no precisaba de nadie para buscar la felicidad y era cojonudamente divertida. Terminé el viaje con una ruptura sentimental, dando consuelo al ex-, al que no vi sino en el vuelo de vuelta, haciendo amigos que merecen la pena y con la autoestima reestructuradita que daba gusto.




De ambos viajes guardo diarios, es más de casi todos guardo mis diarios, ¡exacto!, igualitico que el Ernesto. Quién sabe, tal vez un día te los dé a leer. A mí me gusta volver a ellos casi como un oráculo, y abrirlos por una página al azar, y encontrar una respuesta propia a una inquietud actual.




Lo único que ahora sucede es que cualquier viaje no es lo mismo, cada desplazamiento mío debe convertirse en algo más que un traslado kilométrico y, si bien me encantan los que simplemente te permiten disfrutar y desconectar, preciso de los que te crecen, de los que llenan y cambian el rumbo de tus vidas.




¿Queréis comprobarlo? Esta peli puede resultar un buen ejemplo, antes de pasar, de nuevo, a la práctica. Yo me quedaría con dos fragmentos: el que os pego, un hombre que, no es solo el río lo que está atravesando. Corta el día de su cumpleaños con todo lo anterior y se mete en el agua. Está oscura, no tiene ni un camino ni orientación clara, pero el conoce la meta, no hay problema, y no teme, ni al asma ni al cansancio ni a los animales, no teme y vence. El otro, el de una pareja de indígenas peruanos con los que se cruzan de camino a unas minas, y que fruto del caciquismo y la explotación andan buscando trabajo a riesgo de sus vidas: "Bendito tú, que no viajas en busca de pan, bendito seas"

3 comentarios:

  1. Los viajes reales,no los turisticos ni las excursiones standar,son autenticos ritos de iniciación .
    Todos los que alguna vez pudimos viajar por amor a la busqueda de si mismo y del otro y no por la busqueda del pan,bien sabemos la bendicion que es ejercer la libertad de viajar.

    Un placer escuchar las hermosas vivencias que te toco vivir en esos viajes.Gracias por compartirlas.


    Saludos.Desde Montevideo.
    Luis.

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  2. Eres una persona de la que estoy orgulloso de aprender. Gracias.

    Besos¡¡¡

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  3. ups! demasiado pa'mi body. Desde este lado los comentarios me están haciéndolo pasar mal. No sé ni qué decir...
    Aunque sí tengo claro, un día apareceré por Montevideo.Soy canaria, no resulta raro que me sienta de esa América que tira al sur y que los considere ejemplo de calor humano, arte y capacidad de superación, entre otras tantas virtudes.

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